Cosas de la vida, y la vida tiene sus cosas… siempre pensaba lo mismo. El día que encuentre mujer será la más pura… o la más puta… decía Roberto, en su mente mientras caminaba al trabajo.
La había visto, era hermosa, caderas insinuantes y un pecho que se salía del vestido. Su caminar dejaba babeando a cualquiera. Y esos ojos negros, tan profundos y hermosos, lo perdían loco, de pasión y deseo.
Ese martes se atrevió a hablarle. Preguntándole como se llamaba ella, le respondió “Violeta”, a lo que siguió una serie de preguntas, “¿Vives cerca? ¿Trabajas? Que haces. Soltera o casada. ¿Algún hijo?” Y ella sonreía, le volteaba la mirada y le daba en el rostro con el pelo, eso lo embrutecía, vaya mujer se decía. Esta es para mí.
Enigmática como ninguna, se la llevo a la cama, una noche de domingo, luego de tomarse unos tragos en el bar Guadalajara. La recorrió con las manos, con el cuerpo, con la boca, con la lengua. Y se sació de ella. Y ella de él, lo convirtió en su prisionero, lo volvió su esclavo y lo amarro a su pecho.
Violeta, Violeta… era su gemir diario. No se concentraba en lo que hacía, la tenía entre el pecho y la espalda. Anhelaba sentir el olor a su sexo, a sus senos, el sabor de sus mieles, la quería para él.
La buscaba como loco y siempre la encontraba en aquella esquina, todos los domingos por la mañana, salían a tomar algo, y luego siempre terminaban en lo mismo, en la cama, bendito lugar, donde se llenaban y se satisfacían. Donde los impulsos y deseos se convertían en vida, y los cuerpos ardientes se apagaban en un abrazo eterno.
Un día no la vio mas… se le perdió el amor. Su cuerpo incesante le pedía por Violeta, le asaltaba la idea que se hubiera ido con otro. Que la vida se la hubiera quitado, que ella lo hubiera dejado de amar.
¿Cómo? ¿Por qué no la vuelvo a ver? Si el ramo de rosas rojas siempre lo llevé. Y el perfume favorito. Y las bragas que le compraba, y el vestido aquel que nunca usaba porque siempre que se veían terminaban desnudos. La buscó y le dio la vuelta a la ciudad, se metía en los bares a ver si la encontraba y nada.
Un día cansado de tanto caminar… se refugio en la banca de una iglesia, los niños con su catequesis… la música del órgano y en el fondo una voz conocida… levanto los ojos y encontró el rostro anhelado, coronado por una cofia blanca en su cabeza, un traje de monja… era Violeta…
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