como un alba,
como dos crepúsculos de fuego, entrelazándose,
nombrándome.
Tus ojos son
como dos refugios de cristal, ó de lucero,
entre la nieve ó el amanecer.
Como un cautiverio
que es la libertad desigualada,
alumbrada por dos colmenas de miel.
Tu nariz y tus cejas
huyen de una cruz
de sombra.
Y entre los relámpagos de tu mirada,
el color de tus mejillas
son atardeceres que se encuentran con la luz,
y no les falta la luna
para tiznarte de blancura.
Tus oídos
son la fina caparazón de corolas de nieve,
tal vez adormecidas desde tu adolescencia,
pero despiertan cuando te nombro.
Lo veo en tu mirada.
Y tu cuello,
es una bandada de cisnes,
con la tinta de sus picos negros amaneciendo la sombra,
que en su quietud, de púrpura se lleva
tus adagios de pinceladas de asombro.
Y cuando te beso,
la luna y el atardecer
se mezclan
en tu boca,
y la Flor del ocaso permanece
entre mis labios.
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