Apocalipsis
espacio de tiempo
cuchillo que corta el cielo,
qué haremos con este mundo roto que dispersa los infiernos,
siempre sale el sol por la misma vida:
bajamos a la belleza y volvemos torturados,
asesinados, de tanto andar no teniendo;
bajamos a la esperanza por los pañales del alma
´ y nos penan los adioses brillando,
estrellamente atardeciendo;
bajamos por la carne que la vida embravece
derrama y unge sangre de nosotros
desatados perros los besos de la boca
para encontrarte como luz
como piedras que caen hirviendo,
y aquí estamos,
apocalipsis paciente y esquivo
como un navío de baldosas,
se hace necesario un gesto para no morir de pequeñas muertes,
danos el camino de regreso a Delfos
por los oráculos del silencio,
no nos dejes ensayar ese fuego que enciende la incertidumbre
parda y oscura como un requiem desnudando la vida de tiempo,
no nos dejes en manos de lo inefable
con ese regusto a metáforas y misterios
a veces tan sombra de la lengua que atraviesa sin nombrarnos
como estampido de su paso vertical
de estatura sobre los cuerpos.
Apocalipsis,
aquí estamos,
mas acá de Wall Street muriéndonos de circunstancias
como cadáver barco entre sus velas que se suben a la punta de los árboles
con su aroma de comarcas y de hombres.
Apocalipsis, final de los enigmas,
con la altura derramada de los huesos
te invocamos venidos de tan lejos,
qué caminos de herrumbrosos girasoles vamos cayendo,
qué gruñido como el puerco nuestra fecha
entre otras fechas estamos muriendo,
apocalipsis,
mutila esta tragedia urgente de la víscera,
danos el báculo que nos ampare en la alta noche
de estrellas jurásicas, espejismos televisivos y hoteles en el desierto.
Apocalipsis, protégenos.
Aquí traemos estas consignas de sueños colectivos
confluentes desdse el pecho,
hasta el suelo en que se caen con amor de estrellas alocadas
muy cosa de ternura con sabor a víscera, a tuétano,
apocalipsis, el estómago sufriente y vacío,
las voces que gritan ciertamente
con un dolor de luz entre las nubes
los golpes de la vida que van cayendo como espadas
los niños alzados por el aire y un rojo de sangre repetida
de un dolor que los ojos quieren saber,
porque el dolor define la tierra y los sueños.
Apocalipsis,
aquí estamos
como sentados al filo de los vientos.
Trayéndote esta palabra como un balazo en la frente,
perdido en su hondura,
aquí estamos:
en la aurora por exceso de esperanza
en la carne por exceso de piedra
en la vida por exceso de alma.
Apocalipsis,
aquí estamos,
pudriéndonos.
ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº
espacio de tiempo
cuchillo que corta el cielo,
qué haremos con este mundo roto que dispersa los infiernos,
siempre sale el sol por la misma vida:
bajamos a la belleza y volvemos torturados,
asesinados, de tanto andar no teniendo;
bajamos a la esperanza por los pañales del alma
´ y nos penan los adioses brillando,
estrellamente atardeciendo;
bajamos por la carne que la vida embravece
derrama y unge sangre de nosotros
desatados perros los besos de la boca
para encontrarte como luz
como piedras que caen hirviendo,
y aquí estamos,
apocalipsis paciente y esquivo
como un navío de baldosas,
se hace necesario un gesto para no morir de pequeñas muertes,
danos el camino de regreso a Delfos
por los oráculos del silencio,
no nos dejes ensayar ese fuego que enciende la incertidumbre
parda y oscura como un requiem desnudando la vida de tiempo,
no nos dejes en manos de lo inefable
con ese regusto a metáforas y misterios
a veces tan sombra de la lengua que atraviesa sin nombrarnos
como estampido de su paso vertical
de estatura sobre los cuerpos.
Apocalipsis,
aquí estamos,
mas acá de Wall Street muriéndonos de circunstancias
como cadáver barco entre sus velas que se suben a la punta de los árboles
con su aroma de comarcas y de hombres.
Apocalipsis, final de los enigmas,
con la altura derramada de los huesos
te invocamos venidos de tan lejos,
qué caminos de herrumbrosos girasoles vamos cayendo,
qué gruñido como el puerco nuestra fecha
entre otras fechas estamos muriendo,
apocalipsis,
mutila esta tragedia urgente de la víscera,
danos el báculo que nos ampare en la alta noche
de estrellas jurásicas, espejismos televisivos y hoteles en el desierto.
Apocalipsis, protégenos.
Aquí traemos estas consignas de sueños colectivos
confluentes desdse el pecho,
hasta el suelo en que se caen con amor de estrellas alocadas
muy cosa de ternura con sabor a víscera, a tuétano,
apocalipsis, el estómago sufriente y vacío,
las voces que gritan ciertamente
con un dolor de luz entre las nubes
los golpes de la vida que van cayendo como espadas
los niños alzados por el aire y un rojo de sangre repetida
de un dolor que los ojos quieren saber,
porque el dolor define la tierra y los sueños.
Apocalipsis,
aquí estamos
como sentados al filo de los vientos.
Trayéndote esta palabra como un balazo en la frente,
perdido en su hondura,
aquí estamos:
en la aurora por exceso de esperanza
en la carne por exceso de piedra
en la vida por exceso de alma.
Apocalipsis,
aquí estamos,
pudriéndonos.
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