fue áurea de esplendor, lejana brisa,
y supe que el tiempo de los dos sería el valle
donde los árboles tocaran a tu risa.
Fulgor de esperas, noches de quebranto,
noches de azahar y sueño helado
abríase en mi huerto la memoria
de un sol calcinado, luz de llanto.
Cuánto tomaste de mi mano, enamorada,
y la lluvia destinó prisas azules
por los senderos de tu prisa pies de tules
aliábanse los llantos y las sombras.
Tu risa en el claroscuro del quebranto
habitación de mar y de crepúsculo
abríase la lumbre de tu sueño
entre alas y porvenir
mar de tu dueño.
Pero las sílabas de tu canto en Primavera
eran náyades de músicas auroras
que la primera nota entre las albas te venera
como copia de jardín, entre las horas.
Un beso tibio en tu búsqueda, tus labios,
tu beso tibio, tus párpados, tus sueños
tus labios tus cabellos y tus años...
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