Era el mar, era la lluvia,
una lontananza de sentires, un despertar de flores que rociabas
el despertar de la tormenta anonadada.
Era el silencio, era la oscuridad de mi mirada, los sauces de enramada acongojada, el diluvio de la calma prisionera.
Tal vez era tu voz, la primavera. Relámpagos y luces. En el sueño tal vez una sortija; a través del viento, la ventana.
Y en mi cama tal vez el albedrío de una cuna, un claustro sin presagio y sin ninguna sombra, adelantaba el comienzo del desvelo como un sueño cabalgando el terciopelo de tu alma.
Hasta que a través del viento la mirada
fue granizo en el fondo de mi espalda, y la luna se tiñó de mi alma, la lluvia era vino en el cobertor de mi cama.
Alhelíes, sombras fugitivas, cauces dilatados, golpes de esperanza
desperté del sueño en sobresalto y empapado, la voz muy tenue y dolorida,
a la orilla del viento, mi ventana...
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