[b]Miremos ese inmenso continente
de fascinante luz arrebolada,
de misterio insondable y aventura
perpetua,
donde la humanidad tubo su cuna.
Miremos su dolor y escuchemos su llanto,
al compás de sus roncos tambores,
tan viejos como el mundo.
África,
ebullición constante de la vida,
eternamente joven y prolífica
preñada de carbúnculos de fuego
cuyo valor no merma el hambre de sus
hijos de azabache.
África,
mil veces ultrajada, violada y olvidada
por aquellos que esquilmaron sus riquezas;
yace ahora postrada y lamiendo sus heridas
en su fecundo lecho de miseria.
África,
el problema pendiente.
Las verdades ocultas en su arena
y en la mirada triste de sus gorilas.
Muerte y vida,
en las turbias aguas de sus grandes ríos,
y en las aceradas garras de sus fieras.
Orden y Caos que se confunden
ante el ojo inexperto del turista.
Cien millones de jóvenes guerreros
que duermen su inocencia de piel negra,
soñando con Europa.
Modernas multitudes
que no conocieron el látigo;
pero saben de la gran injusticia
cometida a su raza.
África,
fiera a la vez que humilde,
orgullosa y sencilla;
con su voz de timbal que asemeja
al barritar del elefante, llama
a nuestras puertas de alambres acerados:
-¡Wuana! ¡Wuana! ¡Wuana!
Mí querer trabajo, comida, coche,
casa, justicia, dignidad.
Mí ser negro, ya saber... pero, tener
alma dentro de mi cuerpo.
¿Qué tener tú dentro tuyo, blanco...?-
Recaredo.
de fascinante luz arrebolada,
de misterio insondable y aventura
perpetua,
donde la humanidad tubo su cuna.
Miremos su dolor y escuchemos su llanto,
al compás de sus roncos tambores,
tan viejos como el mundo.
África,
ebullición constante de la vida,
eternamente joven y prolífica
preñada de carbúnculos de fuego
cuyo valor no merma el hambre de sus
hijos de azabache.
África,
mil veces ultrajada, violada y olvidada
por aquellos que esquilmaron sus riquezas;
yace ahora postrada y lamiendo sus heridas
en su fecundo lecho de miseria.
África,
el problema pendiente.
Las verdades ocultas en su arena
y en la mirada triste de sus gorilas.
Muerte y vida,
en las turbias aguas de sus grandes ríos,
y en las aceradas garras de sus fieras.
Orden y Caos que se confunden
ante el ojo inexperto del turista.
Cien millones de jóvenes guerreros
que duermen su inocencia de piel negra,
soñando con Europa.
Modernas multitudes
que no conocieron el látigo;
pero saben de la gran injusticia
cometida a su raza.
África,
fiera a la vez que humilde,
orgullosa y sencilla;
con su voz de timbal que asemeja
al barritar del elefante, llama
a nuestras puertas de alambres acerados:
-¡Wuana! ¡Wuana! ¡Wuana!
Mí querer trabajo, comida, coche,
casa, justicia, dignidad.
Mí ser negro, ya saber... pero, tener
alma dentro de mi cuerpo.
¿Qué tener tú dentro tuyo, blanco...?-
Recaredo.
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