LE TENGO MIEDO A ESA NENA.
No me malinterpretes.
Yo puedo luchar contra cualquiera
gane o pierda.
Puedo ganarme la vida como el que más.
Podría ir a la guerra sin temor
a defender una causa justa.
En fin,
podría a riesgo de mi vida
enfrentar al presidente
y decirle su precio
y su valor.
Pero cuando ella se acerca
un niño llora dentro de mí.
Se mojan los ojos y las manos.
Y mis brazos piden a gritos
abrazarla o alejarla.
En fin amigo.
Que mi mayor demonio en esta tierra
es un ángel.
Un ángel femenino
con nalgas y tetas
y de rostro hermoso.
Tan hermoso
como para morirse en el acto.
No sé que hacer.
Si largarme para siempre
para dejarla de ver.
O secuestrarla
y llevarla a vivir conmigo
a una montaña solitaria.
No me malinterpretes.
Yo podría matar
a quien tratara de matarme.
O podría abalanzarme ante una jauría de perros rabiosos
al tratar de defender a un niño.
¿Es eso valor…?
No lo sé.
Pero estoy seguro que lo haría.
Sin embargo,
cuando ella vuelve a mí
siento hormigas en los pulmones
y en las venas.
El cerebro se infla como un globo.
Y me impide pensar con claridad.
¿Qué debo hacer amigo?
Contarle que la amo
como al ser más maravillosos del mundo
que es.
Decirle que es ella mi santo grial.
Mi dorado.
Mi doceavo mandamiento.
(Le temo más que a un asteroide.)
Por que con una sola palabra
podría desbaratar mi mundo.
Con un solo guiño de sus ojos.
Podría dejarme en el piso
ensangrentado.
Con un solo roce de su piel
podría convertirme en un fantasma.
Y si ella me besara
dejaría de ser yo.
Para ser tan sólo
un ornamento en su vida.
Le tengo miedo,
mucho miedo…
…con un solo
“no”
de sus labios,
me arrancaría mi nombre.
Con un solo engaño suyo
moriría.
Y hasta el día de hoy
que yo sepa.
Sólo hay transfusiones de sangre.
Pero aún no hay transfusiones de vida…
No me malinterpretes.
He tenido mujeres,
mujeres de la noche y del día.
Me he extraviado muchas veces
en el encantador planeta femenino.
Pero con ella es diferente,
con ella es distinto.
Con ella
la soledad es un verdugo
que tortura y que me salva.
Y ante ella
sólo quedan dos caminos.
Amarla
y perderme para siempre.
O quedarme sólo, anónimo
e intentando inútilmente,
el olvidarla.
.
No me malinterpretes.
Yo puedo luchar contra cualquiera
gane o pierda.
Puedo ganarme la vida como el que más.
Podría ir a la guerra sin temor
a defender una causa justa.
En fin,
podría a riesgo de mi vida
enfrentar al presidente
y decirle su precio
y su valor.
Pero cuando ella se acerca
un niño llora dentro de mí.
Se mojan los ojos y las manos.
Y mis brazos piden a gritos
abrazarla o alejarla.
En fin amigo.
Que mi mayor demonio en esta tierra
es un ángel.
Un ángel femenino
con nalgas y tetas
y de rostro hermoso.
Tan hermoso
como para morirse en el acto.
No sé que hacer.
Si largarme para siempre
para dejarla de ver.
O secuestrarla
y llevarla a vivir conmigo
a una montaña solitaria.
No me malinterpretes.
Yo podría matar
a quien tratara de matarme.
O podría abalanzarme ante una jauría de perros rabiosos
al tratar de defender a un niño.
¿Es eso valor…?
No lo sé.
Pero estoy seguro que lo haría.
Sin embargo,
cuando ella vuelve a mí
siento hormigas en los pulmones
y en las venas.
El cerebro se infla como un globo.
Y me impide pensar con claridad.
¿Qué debo hacer amigo?
Contarle que la amo
como al ser más maravillosos del mundo
que es.
Decirle que es ella mi santo grial.
Mi dorado.
Mi doceavo mandamiento.
(Le temo más que a un asteroide.)
Por que con una sola palabra
podría desbaratar mi mundo.
Con un solo guiño de sus ojos.
Podría dejarme en el piso
ensangrentado.
Con un solo roce de su piel
podría convertirme en un fantasma.
Y si ella me besara
dejaría de ser yo.
Para ser tan sólo
un ornamento en su vida.
Le tengo miedo,
mucho miedo…
(" puto,
putete
mariquita sin calzones…”)
putete
mariquita sin calzones…”)
…con un solo
“no”
de sus labios,
me arrancaría mi nombre.
Con un solo engaño suyo
moriría.
Y hasta el día de hoy
que yo sepa.
Sólo hay transfusiones de sangre.
Pero aún no hay transfusiones de vida…
No me malinterpretes.
He tenido mujeres,
mujeres de la noche y del día.
Me he extraviado muchas veces
en el encantador planeta femenino.
Pero con ella es diferente,
con ella es distinto.
Con ella
la soledad es un verdugo
que tortura y que me salva.
Y ante ella
sólo quedan dos caminos.
Amarla
y perderme para siempre.
O quedarme sólo, anónimo
e intentando inútilmente,
el olvidarla.
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