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por Quetzalcoatl Vallejo Dom Mayo 02, 2010 11:47 pmNACIMOS.
Era yo una semilla roja
de carne menuda y humana
latiendo dentro de mi madre.
Lo recuerdo tan claramente
como si fuese una mentira.
Pero estoy vivo
y no puedo mentir en ello.
Flotábamos
yo dentro de mi madre,
mi madre encima del mundo
y el planeta aún flota
dentro del vientre preñado de Dios.
Pero vino el tiempo de nacer.
El momento del parto insensible y doloroso,
el de las manos dormidas.
Entonces, nacer era igual que el morir
nacer incluso
era un peligro de muerte.
La corona fija y aprisionada,
el cuerpo colgando de las manos de un médico
en un racimo doloroso.
Nací mojado y llorando
nacimos con frío
gritando en llanto.
Nacimos vida, nacimos…
Malagradecidos.
II
A decir verdad yo no deseaba nacer.
Me gustaba observar
esa galaxia en espiral
que flotaba junto conmigo
en la matriz de mi madre.
Vivía en un mundo
en el que todo estaba ya resuelto.
Pero el universo se contrajo en una implosión
lastimando mi cuerpo inerte.
Me doliste tanto, vida
cuando penetraste en mí.
Todo fue dolor, parálisis, impotencia.
Inconciencia y dolor…
(Inocencia.)
Cuando salió mi testa, vida
casi me asfixio
sentí todo mi esqueleto
descoyuntado y entumido.
Sentí frío, mucho frío.
Era de noche
y acababa de brotar
de un océano tibio.
Recuerda como lloramos esa madrugada…
Que triste navidad la de aquél día.
Esa enfermera de hospital público
nos raspó la nariz
con un algodón estéril
al limpiarnos de la sangre de nuestra madre sin cuidado.
Para ella tú y yo, vida
representábamos un oficio,
una rutina,
tan sólo un acto rutinario.
Jamás pudo entender nuestro milagro.
Descubrimos el calor artificial de las personas
en medio de una incubadora.
Era un mundo monstruoso en el que yo dormía.
Exhausto
pero casi feliz
de estar aquí, vivo,
nuevo
en este planeta
en este mundo
en esta patria
en esta tierra.
Y supuse entonces
que así deben de sentirse los soldados
cuando vuelven a su casa,
de la guerra.
.
Era yo una semilla roja
de carne menuda y humana
latiendo dentro de mi madre.
Lo recuerdo tan claramente
como si fuese una mentira.
Pero estoy vivo
y no puedo mentir en ello.
Flotábamos
yo dentro de mi madre,
mi madre encima del mundo
y el planeta aún flota
dentro del vientre preñado de Dios.
Pero vino el tiempo de nacer.
El momento del parto insensible y doloroso,
el de las manos dormidas.
Entonces, nacer era igual que el morir
nacer incluso
era un peligro de muerte.
La corona fija y aprisionada,
el cuerpo colgando de las manos de un médico
en un racimo doloroso.
Nací mojado y llorando
nacimos con frío
gritando en llanto.
Nacimos vida, nacimos…
Malagradecidos.
II
A decir verdad yo no deseaba nacer.
Me gustaba observar
esa galaxia en espiral
que flotaba junto conmigo
en la matriz de mi madre.
Vivía en un mundo
en el que todo estaba ya resuelto.
Pero el universo se contrajo en una implosión
lastimando mi cuerpo inerte.
Me doliste tanto, vida
cuando penetraste en mí.
Todo fue dolor, parálisis, impotencia.
Inconciencia y dolor…
(Inocencia.)
Cuando salió mi testa, vida
casi me asfixio
sentí todo mi esqueleto
descoyuntado y entumido.
Sentí frío, mucho frío.
Era de noche
y acababa de brotar
de un océano tibio.
Recuerda como lloramos esa madrugada…
Que triste navidad la de aquél día.
Esa enfermera de hospital público
nos raspó la nariz
con un algodón estéril
al limpiarnos de la sangre de nuestra madre sin cuidado.
Para ella tú y yo, vida
representábamos un oficio,
una rutina,
tan sólo un acto rutinario.
Jamás pudo entender nuestro milagro.
Descubrimos el calor artificial de las personas
en medio de una incubadora.
Era un mundo monstruoso en el que yo dormía.
Exhausto
pero casi feliz
de estar aquí, vivo,
nuevo
en este planeta
en este mundo
en esta patria
en esta tierra.
Y supuse entonces
que así deben de sentirse los soldados
cuando vuelven a su casa,
de la guerra.
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