Tú que de la piedra extraías astillas,
y forjando al tiempo tu rogativa en sombras
por la noche se consumió.
Tú que cabalgasteis desatando vientos
mientras en tus ojos el coirón se reflejo,
y en los tiempos de la Patagonia a los ríos
tú sangre abrazo.
Hoy, el eco en trance del chaman
vuela junto al chimango, sobre el frio y las rocas,
entre playas perpetuas y un cielo que nunca cambio.
Hoy… en los arboles de la eternidad
el fruto de tu existencia se marchito…
Llueve sobre el lonco la cicatriz
abierta de una traición, y el malón
acecha en las pampas del ayer,
Hombre de la tierra… tu espectro sonámbulo
late distante, Más allá de los confines
sobre la cruz del sur, tiñendo el ocaso
con las plumas del ñandú,
y bajo la luz de la luna
de las hojas que caen,
se derrumban de mi rostro lágrimas empapadas
en el roció, que en tu piel
se desvaneció.
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