Así, calladamente,
dejaré mis versos sobre la mesa
de las soledades.
Viajaré hacia el barro.
Quiero descubrir tu corazón húmedo.
Darle forma de eternidad desde mis dedos y el peligro.
Será un suspiro,
huracán de cenizas conjugadas,
el renacer impasible de los relojes abandonados.
¿Quién marcará la distancia?
Todo hombre lleva dentro su estatuto de escultor impredecible, renombra las leyendas, se repite en las lenguas de los elegidos.
Quizás mañana, cuando regrese del barro
buscaré tu piel sobre la mesa
donde dejé mis versos. Quizás mañana,
cuando logre endurecer
tu corazón y el mío.
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