Tu boca cuando sonríe es una mandarina madura recién cortada.
En ella busco la palabra prohibida que se abre paso como un perro guardián entre una manada salvaje de corceles blancos.
Respiro,el eco llega a mis oídos con prontitud y mansedumbre. La noche anuncia un festival de miel en los planetas, alineados junto al fuego de una galaxia diferente donde silvan tu nombre.
El sueño resignado suda una carcajada para que el desvelo pronuncie una caricia sin permiso de la luna.
Estás alegre como una rosa a los ocho de la mañana. Acariciada de rocío en las entrañas de un jardín sin ventanas.
Pobre de mi,alquimista con ansias de laboratorio donde mezclar la esencia de un beso,es el comienzo en la punta de tu lengua. Pobre de mis huesos,reducidos bajo el huracán de los corceles blancos. El temblor pide respeto al silencio. La palabra prohibida desaparece al sur de los espejos.
Una flecha sucumbe siempre al final del delirio,desgajando en las nubes,ondas que se quedan gimiendo al cielo. Apuntalando el arrayán rupestre que se deshoja.
Lento,muy lento.
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