Dos amaneceres

Dos amaneceres

Relucen tus ojos: dos amaneceres, por cuanto
tu rostro, es toda una mañana,
y el beso de mirarte, recoge labios, tanto
que oírte en un chasquido, de labios, harán buena…
Los campos de tus pechos, son frenos, son heraldos,
que acoge mi mirada, cual rostro intima al verlos:
pudiente mar de sombra, y luces en los gualdos,
so nidos de amor propio, inmensos al desearlos…

Tu rostro estima labios: contienden sólo bucles,
que el sueño de tus labios, entona en tus cabellos,
serpientes de oro y plata, y rosa albor, destellos
cual vagas llamaradas, en cumbre de debacles…
Tu rostro eriza sombras, que al verte, dos mitades,
se adornan de atropello, de dos vanas ciudades
verano de cristal, e invierno asimilado,
nevando en tu sonrisa, con los pies a tu lado…

Son oro que derramas, vertientes entre sombras,
tus pies nievan la plata, que el labio perpetúa
cual risa destemplada, ó cara ebúrnea y obras
laceran de amorío, ferviente cal que actúa…
Prendiera de amor vano, tu alcuza nazarena,
cual labio que pernocta, y duele de tu pena
rocín que invade presto, sombría de tu arena,
balada con semblante, de tu tez morena…

Sombría, late el ciego, alude cual copihue,
el oro de diamante, cual claro laurel basta,
asido nuncio albores, que el rostro te contesta,
repecho de semblantes, que el mar teñido enagüe…
Vestal, que inquiere lunas, plañidos de mordaza,
cual súbita escarlata, repara su querella,
el lienzo de las uvas, cual el buril que aplaza
doncella que amonesta, con júbilo de bella…

Tu Mediodía amante, en párpados acendra,
tu jubilosa frente, tu rostro, por doquier,
en jubilosa fiesta, de luna decadente,
la flor de tu blancura, encima más a él…
Crepúsculo en tus piernas, la tarde roba un té,
limón de mediodía, y rostro aluna en él,
crepúsculo en tus piernas, y tarde de tus pies…
La noche te contesta, con sábanas de miel…

Erige tu cabello, y la penumbra hiel,
fecunda noche clara, desnuda en mi bajel…