El color de la noche sin estrellas
Sin estrellas, la noche te ilumina,
es que el vientre de los cielos es preciso,
sin las aves, ó el dolor que te emancipa
sin la lluvia, ó la muerte que elegimos.
¿Caridad? Ó la penumbra que diluye
el efecto en la sombra del verano,
sin la risa, ó el amor que te provoque
a dormir bajo el sudor, como un insano.
Si se cree en el amor, pareces excluido
de un mundo que la niebla ha despertado,
en corazones la tiniebla me ha matado
y la sonrisa de la muerte nos cobija.
Sin corazón, sin luz ya en el camino
la fresca sombra que elegimos, se ha deshecho:
sólo el goce con negar la propia muerte,
sólo el deseo a no mirar, la luna en muerte.
Si algo te tiene que ayudar, ¿Será la suerte?
¿Lo que reste en la flor de la penumbra?
Si algo tienes que sentir, será la muerte?
En el deseo de partir, de esta locura?
Si todo lo enseñado se aborrece,
como la noche sin estrellas, que se ama…
Qué será el futuro, qué depara,
las estrellas que olvidamos, la clemencia?
Si deseando descender como animales,
en la penumbra ciega de la noche,
al oír los dolores fraternales,
que causamos: nos esperan sanaciones conyugales?
Ó la risa de este espectro fue fantasma,
que la noche no olvidó, tras los umbrales:
si la sombra de estas sombras minerales
sólo fueron los olvidos que entusiasman?
Tus ojos, negaron mi silencio. El hambre
del amor fue mi templanza.
Deshecho en el amor y la confianza
la soledad mató mi pecho.
El corazón, sanaste con holgura
para matar la caridad que me negabas:
el sueño de tu sombra presagiabas
y en el dolor de partir, fue toda oscura.
He querido beber de tu piedad,
la fe no me mató, sed de verdad.
Sin estrellas, la noche te ilumina,
es que el vientre de los cielos es preciso,
sin las aves, ó el dolor que te emancipa
sin la lluvia, ó la muerte que elegimos.
¿Caridad? Ó la penumbra que diluye
el efecto en la sombra del verano,
sin la risa, ó el amor que te provoque
a dormir bajo el sudor, como un insano.
Si se cree en el amor, pareces excluido
de un mundo que la niebla ha despertado,
en corazones la tiniebla me ha matado
y la sonrisa de la muerte nos cobija.
Sin corazón, sin luz ya en el camino
la fresca sombra que elegimos, se ha deshecho:
sólo el goce con negar la propia muerte,
sólo el deseo a no mirar, la luna en muerte.
Si algo te tiene que ayudar, ¿Será la suerte?
¿Lo que reste en la flor de la penumbra?
Si algo tienes que sentir, será la muerte?
En el deseo de partir, de esta locura?
Si todo lo enseñado se aborrece,
como la noche sin estrellas, que se ama…
Qué será el futuro, qué depara,
las estrellas que olvidamos, la clemencia?
Si deseando descender como animales,
en la penumbra ciega de la noche,
al oír los dolores fraternales,
que causamos: nos esperan sanaciones conyugales?
Ó la risa de este espectro fue fantasma,
que la noche no olvidó, tras los umbrales:
si la sombra de estas sombras minerales
sólo fueron los olvidos que entusiasman?
Tus ojos, negaron mi silencio. El hambre
del amor fue mi templanza.
Deshecho en el amor y la confianza
la soledad mató mi pecho.
El corazón, sanaste con holgura
para matar la caridad que me negabas:
el sueño de tu sombra presagiabas
y en el dolor de partir, fue toda oscura.
He querido beber de tu piedad,
la fe no me mató, sed de verdad.
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