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Hoy conduje mi mirada a través de las horas,
vertí mi fiesta agreste, pensando en los suspiros
y volé
precipitándome sobre los muelles desvalidos de silencio.
Fue un rostro estanco,
tan libre de sí mismo
lo que me ató
para siempre en mi mutismo,
en la boca
que al soltar, de su marea,
el rostro de la noche
fue dueño de su timbal nocturno,
herido de su cantar acérrimo:
sonámbulo su crepitar de nieve
hasta la médula
su ropaje me dio calor
y en el calor
volví a ver a mi madre
en el dulce retozo de mi azahar envuelto en nieve
propuse un llanto desvirtuado
un soliloquio triste
y apenumbrado,
mi ojo fue
el dubitativo claustro que arropó la noche
y fui
la única estrella
en la noche desierta…
Pero mi coraje, se mojó
de flores
que embebían lento
el triste aguacero de mi canto;
el rostro inmerso en bandadas grises, ó
de otoño,
lastimando paraísos
bajo la sed de las risas
fui la pelota sin dueño en los pies de todos los niños
y a puntapiés lanzado
hasta los sueños que
martirizaban mi
desvelo.
Fue el hechizo
la palabra noble
que apaciguó mis párpados,
de a claros momentos sostenida en desnudez,
en discordia con sí mismo
mi rostro quiso ser el pez
que adoraban los reflejos,
y tan hundido
como el azul
fui rostro de sirenas
que preguntaban mi nombre
como una noche oscura…
Fui trasto sin designio,
amapola bajo el viento,
undosa marea que crepitaba fantasmas
fui lienzo sin ébano
fui bandera de viento, fui mortaja
fui tacto que deletreaba código braille,
fui penumbra
fui abeja
dentro de la colmena
…y me deduje, como el sabor de la miel en la boca de una niña
me deduje, como el silencio en una noche iluminada,
por una bombilla eléctrica,
a compañía de un perro amigo y fiel,
en una lectura que iba encendiendo
cada estrella,
a cada paso, a cada verso,
a cada corolario iluminado
como perlas trenzadas
en la noche
de la soledad
esperando
tu nombre.
Hoy conduje mi mirada a través de las horas,
vertí mi fiesta agreste, pensando en los suspiros
y volé
precipitándome sobre los muelles desvalidos de silencio.
Fue un rostro estanco,
tan libre de sí mismo
lo que me ató
para siempre en mi mutismo,
en la boca
que al soltar, de su marea,
el rostro de la noche
fue dueño de su timbal nocturno,
herido de su cantar acérrimo:
sonámbulo su crepitar de nieve
hasta la médula
su ropaje me dio calor
y en el calor
volví a ver a mi madre
en el dulce retozo de mi azahar envuelto en nieve
propuse un llanto desvirtuado
un soliloquio triste
y apenumbrado,
mi ojo fue
el dubitativo claustro que arropó la noche
y fui
la única estrella
en la noche desierta…
Pero mi coraje, se mojó
de flores
que embebían lento
el triste aguacero de mi canto;
el rostro inmerso en bandadas grises, ó
de otoño,
lastimando paraísos
bajo la sed de las risas
fui la pelota sin dueño en los pies de todos los niños
y a puntapiés lanzado
hasta los sueños que
martirizaban mi
desvelo.
Fue el hechizo
la palabra noble
que apaciguó mis párpados,
de a claros momentos sostenida en desnudez,
en discordia con sí mismo
mi rostro quiso ser el pez
que adoraban los reflejos,
y tan hundido
como el azul
fui rostro de sirenas
que preguntaban mi nombre
como una noche oscura…
Fui trasto sin designio,
amapola bajo el viento,
undosa marea que crepitaba fantasmas
fui lienzo sin ébano
fui bandera de viento, fui mortaja
fui tacto que deletreaba código braille,
fui penumbra
fui abeja
dentro de la colmena
…y me deduje, como el sabor de la miel en la boca de una niña
me deduje, como el silencio en una noche iluminada,
por una bombilla eléctrica,
a compañía de un perro amigo y fiel,
en una lectura que iba encendiendo
cada estrella,
a cada paso, a cada verso,
a cada corolario iluminado
como perlas trenzadas
en la noche
de la soledad
esperando
tu nombre.
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