UN REAL CUENTO ANDALUZ
(TRATADO DE LAS ANDANZAS DE "LA PÍCARA SUSANA")
(TRATADO DE LAS ANDANZAS DE "LA PÍCARA SUSANA")
Erase una vez, que se era
que en un maravilloso reino
que se llamaba Andalucía
vivía una rubia Princesa;
a la que, todos conocían,
como a "La Pícara Susana".
La Princesa con todos coqueteaba
biuscandose un buen Marido
que las llaves del reino la ofreciera;
pero tenía dos Válidos muy Chorizos
hasta las cejas pringaos en los Cacareados "ERES",
que, a sus Pretendientes, espantaban,
Un día un gallardo Príncipe Naranja
descendió de su fastuoso carruaje
con las Andaluzas llaves en la mano;
la Princesa las enaguas se arremangó;
y, bajo formal promesa de Matrimonio,
hacía el Huerto se lo llevó.
Grandes Fanfarrias el enlace anunciaron;
mientras que, los Pretendientes despechados,
juraban que aquello no duraría;
que, en no pasando mucho tiempo,
los dos sobre sus Crestas lucirían
enormes y enramadas Cornamentas...
Y, quizás, no mucho se equivocaron;
porque la Princesa dejo a su Príncipe y a Andalucía
con la peregrina idea de gobernar a todos los Españoles....
(¡Dios nos pille Confesaos
con el Tinglao que pudiera montar
la Susanita en la Moncloa!);
menos mal que como a los Toros sin Casta
entre Pitos, Almohadillas y Abucheos
a los Corrales fue devuelta
con las orejitas gachas
y el trasero muy dolorido
por una Socialista patada.
Y, colorín colorado,
este Real Cuento Andaluz
ya se acabó
que en un maravilloso reino
que se llamaba Andalucía
vivía una rubia Princesa;
a la que, todos conocían,
como a "La Pícara Susana".
La Princesa con todos coqueteaba
biuscandose un buen Marido
que las llaves del reino la ofreciera;
pero tenía dos Válidos muy Chorizos
hasta las cejas pringaos en los Cacareados "ERES",
que, a sus Pretendientes, espantaban,
Un día un gallardo Príncipe Naranja
descendió de su fastuoso carruaje
con las Andaluzas llaves en la mano;
la Princesa las enaguas se arremangó;
y, bajo formal promesa de Matrimonio,
hacía el Huerto se lo llevó.
Grandes Fanfarrias el enlace anunciaron;
mientras que, los Pretendientes despechados,
juraban que aquello no duraría;
que, en no pasando mucho tiempo,
los dos sobre sus Crestas lucirían
enormes y enramadas Cornamentas...
Y, quizás, no mucho se equivocaron;
porque la Princesa dejo a su Príncipe y a Andalucía
con la peregrina idea de gobernar a todos los Españoles....
(¡Dios nos pille Confesaos
con el Tinglao que pudiera montar
la Susanita en la Moncloa!);
menos mal que como a los Toros sin Casta
entre Pitos, Almohadillas y Abucheos
a los Corrales fue devuelta
con las orejitas gachas
y el trasero muy dolorido
por una Socialista patada.
Y, colorín colorado,
este Real Cuento Andaluz
ya se acabó
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