Después del canto
He llorado mucho, poco, demasiado,
he llorado con la sangre de mis ojos,
con el llanto de mis huesos, con la carne
que he visto desprenderse entre mis días,
he llorado con las horas que aplastan los relojes,
con el traje en que me visto de adversario,
con la noche en que me cuelgo de la luna,
con la muerte en que reposo cuando duermo,
con la rabia en que se rompe la ventana
de mis ojos, de mis manos, de mi sexo,
he llorado con el semen de mi alma,
con la erección de mi dolor, con el orgasmo
de tantas soledades infinitas
que caen una vez entre tus pechos,
en tu cuerpo, en tu oración, en tu agonía
y vuelven ya sin ti a mis heredades,
a estos campos de temblor que riega el llanto,
a estas naves que por mar tienen tal llanto,
a los náufragos que, justamente, se han ahogado
en tantas lágrimas, pero que incluso así, ya muertos,
ya olvidados en la playa de tu adiós y de tu olvido,
insisten, beben, se ahogan otra vez con nuevas olas de mi llanto,
con nuevos besos de mi sed, con nuevo hartazgo
de mis violentas noches, arrasadas por el río,
ávidas de hundirse entre los lagos de mi espejo
y en la lejana vez en que esa lágrima fue mutua
y en que nadie la contó, pues no importaba,
pues no era relevante cuánto llanto
nos costó dejar ir por ver los ojos por fin quietos
y mirarnos ya sin fin en el abrazo de la entrega,
esa que no volvió y que hoy mis lágrimas no ocultan
ni pueden sepultar ni aún así, llorando y más llorando.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
06 03 15
He llorado mucho, poco, demasiado,
he llorado con la sangre de mis ojos,
con el llanto de mis huesos, con la carne
que he visto desprenderse entre mis días,
he llorado con las horas que aplastan los relojes,
con el traje en que me visto de adversario,
con la noche en que me cuelgo de la luna,
con la muerte en que reposo cuando duermo,
con la rabia en que se rompe la ventana
de mis ojos, de mis manos, de mi sexo,
he llorado con el semen de mi alma,
con la erección de mi dolor, con el orgasmo
de tantas soledades infinitas
que caen una vez entre tus pechos,
en tu cuerpo, en tu oración, en tu agonía
y vuelven ya sin ti a mis heredades,
a estos campos de temblor que riega el llanto,
a estas naves que por mar tienen tal llanto,
a los náufragos que, justamente, se han ahogado
en tantas lágrimas, pero que incluso así, ya muertos,
ya olvidados en la playa de tu adiós y de tu olvido,
insisten, beben, se ahogan otra vez con nuevas olas de mi llanto,
con nuevos besos de mi sed, con nuevo hartazgo
de mis violentas noches, arrasadas por el río,
ávidas de hundirse entre los lagos de mi espejo
y en la lejana vez en que esa lágrima fue mutua
y en que nadie la contó, pues no importaba,
pues no era relevante cuánto llanto
nos costó dejar ir por ver los ojos por fin quietos
y mirarnos ya sin fin en el abrazo de la entrega,
esa que no volvió y que hoy mis lágrimas no ocultan
ni pueden sepultar ni aún así, llorando y más llorando.
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