Versos perdidos

Versos perdidos

Poesía, ya no eres poesía,
eres fusil, mercadería, pan de trigo,
eres la amante, la esposa, la que intriga,
la que compone melodías que nadie habrá escuchado,
la que reparte un pan cuya harina aún no se siembra,
la que navega un mar cuyas barcas fueron hechas para el vuelo,
eres un simple adiós, nada recuerdas,
nadie de ti se acuerda, eres pasado,
paloma que no abrió ni alas ni buche
y que mil cazadores ya esperan con un rifle,
paquete que no envían pues no hay ya destinatarios
y los trenes y las líneas aéreas ya no llegan
sino al mismo destino en que repiten las jornadas.
Poesía, ¿qué seremos sin tu sombra,
sin tu luz, sin tu calvario, sin tu fiebre,
qué será del amor sin tus medallas,
del dolor sin tus pañuelos,
del existencialismo sin tus horas muertas,
del hombre sin el hombre en un café, la pluma en ristre,
en un balcón, las gafas puestas,
en un sucio callejón, papel en blanco,
o en viejo cementerio, recitando en plena noche?
¿Acaso a alguien le harás falta, poesía?
Así, sencillamente, ¿acaso alguno
en su lecho de muerte dirá quiero un poema,
en su noche de bodas, en su yate,
en su mísero rincón, mientras agita
un tarro y las ratas pasan entre
las ratas que comentan bajo el traje, llenas de asco?
¿Así, sin aspavientos, sin mentiras,
alguien quiere algo de ti, oh, poesía,
y que no sea pagar las cuentas y rendirse
y que no sea volver con esa dama que se escapa
y que no sea amar hasta las doce de la noche
y que no sea enviar a los tiranos a la hoguera?
¿Acaso algo del mar, de las cenizas,
acaso alguien quiere algo de los hombres,
de sí mismo, de la vida, de la esfera
que no sea un servicio, una razón, una victoria,
algo que simplemente nos sostenga para siempre
o más bien mantenga en pie el fuego eterno que heredamos?
¿No es todo transcurrir húmedamente,
neutros y baleados, hacinados
en países sin rumbo ni bandera,
en cónclaves sin fin y sin salida,
acaso somos más que lo que somos
o menos, simplemente, que lo que nuestras alas nos permiten,
nosotros, que creímos ser el cielo,
humanos, que creímos ser eternos,
poetas, que del infinito no entendemos ni la muerte?
Poesía, ya no eres mi poesía,
me expulsas a vagar entre letrinas,
a ver cómo los clásicos se borran,
cómo los niños no aprenden más que trucos
y los simios se retiran a la rama más alta de la especie.
Te lo juro, yo creí que necesaria eras
y eres, que por siempre lo serías,
pero aquí nadie vale nada, nada importa,
son tiempos de oquedad, de morir frío
sin nada que dejar, ni este lamento,
sin nada que salvar, ni esa guitarra que el alud se lleva.
Poesía, estamos muertos, poesía,
y el que te tuvo en sus rodillas de seguro
ni se acuerda mientras muere
de que tú también esperabas tanto de sus ojos
como del resto de todos los por siempre ya perdidos.

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