La verdad que nunca pensé, que de esto se trataba, yo miraba mis uñas y las tenía afiladas, podía enfrentar al mundo sin pestañar, sin temores y en un cruce de caminos la vida me derrotó.
De niño hice las armas para enfrentar al destino, al llegar mi adolescencia se me abrían los senderos, la fe en mí, inquebrantable, me convenció que podía, lograr que el mundo supiera, que me aprestaba a vivir.
Tal vez yo erré mi camino y no me supe dar cuenta, pero embebido en la empresa de fabricar mi futuro, de veras peleé bien duro para alcanzar mis quimeras, me casé y con cuatro hijos yo me sentía feliz, mis manos crearon cosas que quizás otros no vean, pero sentía en la piel que yo vivía feliz, fui una persona alegre, combatí muchas tormentas y mis uñas afiladas, dieron cuanta de mil dramas que amenazaron mis sueños.
Con las nieves en el pelo pensé que ya estaba hecho, mis hijos se fueron yendo cada cual por su camino, las armas que yo les di, los hizo andar por la vida con la misma convicción que yo salí una vez.
Solo que nadie imagina que la vida lo traicione, una mañana de esas me encontré solo en la vida, las uñas se me agrietaron y mis manos se crisparon, al no tener mas la piel que solía acariciar.
Perdí mi fe en las cosas que parecían sencillas, intenté seguir andando y caminé sin andar, los sueños que yo tenía se me fueron marchitando y aquí estoy sin estar solo, bebiendo mi soledad.
Hasta se empañó el cristal de la ventana de enfrente, donde solía mirar el transcurso de los días, se marchitaron las flores que plantaba en el jardín y las flores de esperanza que hasta ayer perfumaban, las horas de mi existencia, para crear un mañana.
Así, como están las cosas, ya no se ni a dónde ir, tampoco tengo deseos de buscar otros caminos, mi cuerpo ya está cansado y se niega a caminar, se acabaron los motivos para sembrar un futuro, el mañana es tan oscuro que no lo quiero alcanzar.
Entonces acá sentado no hago mas que escribir, de mis sueños mis fracasos, lamentando no morir, hay días en que despierto con un gorrión en el pecho y escribo de los amores que hasta pude haber vivido, imaginándome un mundo donde pude ser feliz.
La mayor parte del tiempo acaricio mis heridas y tras un vidrio empañado veo que escapa mi vida.
De niño hice las armas para enfrentar al destino, al llegar mi adolescencia se me abrían los senderos, la fe en mí, inquebrantable, me convenció que podía, lograr que el mundo supiera, que me aprestaba a vivir.
Tal vez yo erré mi camino y no me supe dar cuenta, pero embebido en la empresa de fabricar mi futuro, de veras peleé bien duro para alcanzar mis quimeras, me casé y con cuatro hijos yo me sentía feliz, mis manos crearon cosas que quizás otros no vean, pero sentía en la piel que yo vivía feliz, fui una persona alegre, combatí muchas tormentas y mis uñas afiladas, dieron cuanta de mil dramas que amenazaron mis sueños.
Con las nieves en el pelo pensé que ya estaba hecho, mis hijos se fueron yendo cada cual por su camino, las armas que yo les di, los hizo andar por la vida con la misma convicción que yo salí una vez.
Solo que nadie imagina que la vida lo traicione, una mañana de esas me encontré solo en la vida, las uñas se me agrietaron y mis manos se crisparon, al no tener mas la piel que solía acariciar.
Perdí mi fe en las cosas que parecían sencillas, intenté seguir andando y caminé sin andar, los sueños que yo tenía se me fueron marchitando y aquí estoy sin estar solo, bebiendo mi soledad.
Hasta se empañó el cristal de la ventana de enfrente, donde solía mirar el transcurso de los días, se marchitaron las flores que plantaba en el jardín y las flores de esperanza que hasta ayer perfumaban, las horas de mi existencia, para crear un mañana.
Así, como están las cosas, ya no se ni a dónde ir, tampoco tengo deseos de buscar otros caminos, mi cuerpo ya está cansado y se niega a caminar, se acabaron los motivos para sembrar un futuro, el mañana es tan oscuro que no lo quiero alcanzar.
Entonces acá sentado no hago mas que escribir, de mis sueños mis fracasos, lamentando no morir, hay días en que despierto con un gorrión en el pecho y escribo de los amores que hasta pude haber vivido, imaginándome un mundo donde pude ser feliz.
La mayor parte del tiempo acaricio mis heridas y tras un vidrio empañado veo que escapa mi vida.
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