Érase en el viento tu substancia nacarada, aquél peso de las horas intentando el paraíso, emblema de sösiegos y espumas, y sabores,
hacia delgados arrebatos de amor y sollozos de alcurnias, leves, indómitos, fraguados
en la tenebrosa escarcha de la luna,
miel que recobra cada pared con su belleza, floreándote en la espera de tu nativa solidez, de espanto trastocada al silencio,
al esbelto cántaro de voces, que allegan en tu nombre intentando la solidez
de bálsamos enhiestos, y que azogan la perdida y mundana, altiva herrumbre
de pasadizos encorvados en su bruma,
de aliento, de sabores, de redoma oculta tras tus labios,
tras tu seno…
Alaba mi tocado elemento de soles y diademas, sobre la mirada diurna de la sombra
aquél disparo de nïebla que la luz contrae…
Hilvanando tu nombre, se engarza un único suspiro como piedra tallada en el ocaso;
y sirve de manantial tu indómita vergüenza acicalando las horas de tu tempestad.
Mi goce, es aquí la balanza sempiterna de los astros,
donde la joven pelea de tu vientre, es el sollozo eterno de tu juventud,
tallado en la ceniza…
Donde sin arte eleva tras tu canto la abatida promesa de tu Libertad
en el perfume de tus ojos, sedientos...
de conmemorativa lucidez, estrellados en la nïebla
que perpetúa tu dialecto enmudecido en pedazos de azor
y de sömbra
y de desnudez desamparada
bajo el arte de tu espada… la misma feroz
contingencia…
Y eleva, al derruir la paloma venerada
aquella voz de baluarte, que sobre intrínseca marëa habla de tu soledad y tu Misterio
bajo espumas de adiós silban las nubes,
tocadas en el aliento de tu belleza,
encabritadas de sostenidas lomas y asidas destemplanzas sobre sïerpes
sobre el estero de la rima, y la verdad oculta en paraíso
sobre la estepa fiel de un cantinero alado, de sombra entre cubiertas
de solos cautiverios anidando en las edades de tu asombro…
Tras la constancia gris, y pasajera...
Mis ojos caen en el sofisma inútil de una verdad que enluce la pantera,
de risas que cabalgan la primera deidad de Jesucristo,
el süeño que en la bóveda del mar acorta en un semblante la manera
de tu continua flor enardecida, de tu belleza,
tras el canto del poeta que sin habla fenece a su discurso, pero adopta la Paloma,
el incienso, el láudano de amor,
que sesga su misterio, tras la esmeralda gris de sombra
bajo el cüerpo
y la cizaña,
que lo remueve, y entabla en sü latido
la incongruente Humanidad, bajo el latido
de aquél niño
de aquél semblante de fuerza que en el trastocar su tropiezo
es la fragua a mi destello, es la sombra y ya la luz
de mi arte oculto,
es la bandera,
es el aliento,
ó la ternura inocente
de un médano infinito, donde se acaba la pobreza…
en mi alma sostenida
por sus manos pequeñas…
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