EL CÓMPLICE.

Ya no puedo escribir sobre mi sombra un reproche,
ni hastiarme de tu licor bebida amargamente
mientras oiga un rumor de congoja en la hoja esquivada
y te sigas enraizando en mi piel estremeciéndome,
ya no puedo persistir en tus blancas sedas
y enhebrar con filamentos la locura
de dejarte en mi lecho entre mis senos sin velo
aquel brillo reflejado de nuestro conocido cielo,
me hundo hasta las fuentes que cromaste
de todos los astros que nos vieron
de estar ausentes mientras las palabras
palpitaban en versos de piel sus cadencias
mientras en los besos se escribían poemas,
no soy fuerte, bien lo sabes, surge en mi boca bifurcada
dulces recuerdos construyendo sepulturas,
el sueño que en mi boca atrapa tu eterno bostezar
y no puedo en tu cuerpo mis hilos desliar
sin tejer en mis pestañas un telar, de luz tierna
una tarde rosa de amor velada de cómplice admirar
y mirarme en los labios de tu boca sin oírme cantar,
y ya no puedo si quiera lamentar.