El huevo o la gallina

El huevo o la gallina

Sobre lo que fue primero,
el buen huevo o la gallina,
todavía no termina
la disputa en el tablero.
Sólo sé que en mi puchero
una cazuela bien sabe
y que el resto sólo es grave
para el lóbrego erudito,
que se la come igualito
sin darse cuenta que es de ave.

Será la importancia suma
de resolver este asunto
que al cadáver ya difunto
le retira toda pluma.
Luego en el fuego rezuma
con el caldo y la cebolla,
papa y verduras en la olla,
zanahoria, arroz y aliño
y al sabio que me hace un guiño
su pregunta se le atolla.

Parece que es de letrados
no ocuparse de la dieta,
no saber de la receta
que hay detrás de sus bocados.
Será de tan educados
que tan sólo abren la boca
y se comen lo que toca
en el menú de sus días,
sea arenques o sandías
y una que otra vaca loca.

Pero volviendo a la duda
entre gallinas y huevos,
hay orígenes longevos
de esta disputa sañuda.
Lo que no hay es una ayuda
que redima este dilema,
ni en la clara ni en la yema
ni en las plumas ni en el nido,
sólo un sabio que ha comido
sin hacerse más problema.

Así pues yo doy por claves
que lo grave de este caso
es ver si es sabio o payaso
el que engulle huevos y aves.
Las ovas y aquellas suaves
gallinas no saben nada,
tampoco tras la mascada
el que así su genio ostenta
y esta pregunta que inventa
da, al comer, por olvidada.

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