Reconstrucciones
Letrina de tus ojos, ese llanto
debió purificar lo que no miras,
lo que no quieres ver porque te escapas
de todos los espejos que te invocan.
Mas nunca cesará, no está en tu adentro
el duelo en que asumir sal y miserias,
la cara en que mirar lo que tú has hecho
y el sello en que buscar alguna cura.
Por eso, por tu voz que se fragmenta,
que evita como tú el dedo en la llaga,
sé que no sanarás, que nadie sana
sin primero sacar toda la pus de sus heridas.
Hay que aguzar la voz, la vista, la palabra,
hay que entrar como el mar en las ciudades ya marchitas
y en un fragor correr por esas calles sin recuerdo
hasta al niño encontrar en que te aguardan las verdades.
Esquina esa de azul, de ventanales,
allí junto al rosal que amó tu madre,
allá junto al mantel de las visitas
en que tanto se habló de la alegría de estar vivos.
Allí comprenderás lo que te falta,
lo perdido, lo insólito de un pan que sin migajas
huele al horno, al trigo en que en tu ayer fuiste sembrado
y en que un día volverás a la razón de nuestra harina.
Hay que decir que estás en la ventana
y que pareces fiel cavilando en tus misterios,
que todo lo que fue sigue contigo en la mirada,
que todo lo que falta es esa boca en que lo nombres
y que en todo el mal vivir sólo está en ti que lo redimas.
Letrina de tus ojos, este llanto
por fin ha de limpiar lo que has perdido de tu gracia,
entonces te alzarás con el poder de tu camino
y allí te podré ver, ya transitando hacia tu estrella.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
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Letrina de tus ojos, ese llanto
debió purificar lo que no miras,
lo que no quieres ver porque te escapas
de todos los espejos que te invocan.
Mas nunca cesará, no está en tu adentro
el duelo en que asumir sal y miserias,
la cara en que mirar lo que tú has hecho
y el sello en que buscar alguna cura.
Por eso, por tu voz que se fragmenta,
que evita como tú el dedo en la llaga,
sé que no sanarás, que nadie sana
sin primero sacar toda la pus de sus heridas.
Hay que aguzar la voz, la vista, la palabra,
hay que entrar como el mar en las ciudades ya marchitas
y en un fragor correr por esas calles sin recuerdo
hasta al niño encontrar en que te aguardan las verdades.
Esquina esa de azul, de ventanales,
allí junto al rosal que amó tu madre,
allá junto al mantel de las visitas
en que tanto se habló de la alegría de estar vivos.
Allí comprenderás lo que te falta,
lo perdido, lo insólito de un pan que sin migajas
huele al horno, al trigo en que en tu ayer fuiste sembrado
y en que un día volverás a la razón de nuestra harina.
Hay que decir que estás en la ventana
y que pareces fiel cavilando en tus misterios,
que todo lo que fue sigue contigo en la mirada,
que todo lo que falta es esa boca en que lo nombres
y que en todo el mal vivir sólo está en ti que lo redimas.
Letrina de tus ojos, este llanto
por fin ha de limpiar lo que has perdido de tu gracia,
entonces te alzarás con el poder de tu camino
y allí te podré ver, ya transitando hacia tu estrella.
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