Mis hojas caen, como un delirio,
como una suave brisa que elocuente desarma su apetito
y herrumbra los adarmes de mi canto en las arenas
donde el oro aciago
desborda entre sirenas estatuadas en la noche
y se parten los confines de un amor que se hizo flecha,
desnuda querella
que abarca los bajeles que se han dormido en el silencio
-de tus ojos?-
e impropian el canto segador tras los triviales besos
que en la arena
son tu canto trovador que abarca sueños
y gozan establos de animales quedos, tras el habla
la desnuda sin razón de mi horizonte sin diadema…
He perdido ya este tiempo, estos segundos que platëaban
la doncella más hermosa que abarcaba mi navío
tras el cedro,
tras el sable
que fue lucha en el estío
y en la flecha,
mi resabio
fue la noche
que soñó tras sus pupilas el oriente
y se perdió de repente
en tu mirada
-Oh espejo de la noche!-
y tu voz fue ya mi cuna
esplendente en el ocaso
de tus flores…
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