Sin más palabras
Soy un simple profesor de matemáticas,
nada tengo que ver con los partidos,
nada que hacer en las iglesias o los teatros,
tan sólo el infinito me preocupa.
¿Es uno y uno dos o más que un pacto
que nadie sabe bien donde termina,
acaso si sumamos los empeños
podremos ver al fin el plan eterno?
Ni un cero más para vivir, prefiero trece
razones, primaveras, intersticios,
un radio que de cuenta de los sueños,
una ecuación que resolver entre dos pieles.
No vine aquí a contar estas arenas,
sí sé de cuántos muertos deja el odio,
de cuánto han de pagar por cada crimen,
de cuán distante es la justicia si callamos.
Prefiero predecir que el cielo es nuestro,
que si no para qué tantas estrellas
y noches de esperar y amaneceres
en que el sol nos entibia el viejo anhelo.
No sé todas las fórmulas, olvido
algunas porque sí, porque no sirven,
porque no creo que la abeja necesite
saber cuántos hexágonos le quedan,
y sigue alegremente con su viaje
a la próxima estación de los jardines.
Igual decido yo zarpar mis naves
en búsqueda de alegres ambrosías,
empeño no me falta y un buen número
en que confiar mi voz cuando cantemos.
El resto nada más que decimales,
la propia eternidad está en el parto,
después sólo crecer y en unidades
de medida hacerse igual al infinito.
La clase ha terminado, mis señores,
la prueba es aquí y pronto, no demoren.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
http://letraskiltras.ning.com
07 10 13
Soy un simple profesor de matemáticas,
nada tengo que ver con los partidos,
nada que hacer en las iglesias o los teatros,
tan sólo el infinito me preocupa.
¿Es uno y uno dos o más que un pacto
que nadie sabe bien donde termina,
acaso si sumamos los empeños
podremos ver al fin el plan eterno?
Ni un cero más para vivir, prefiero trece
razones, primaveras, intersticios,
un radio que de cuenta de los sueños,
una ecuación que resolver entre dos pieles.
No vine aquí a contar estas arenas,
sí sé de cuántos muertos deja el odio,
de cuánto han de pagar por cada crimen,
de cuán distante es la justicia si callamos.
Prefiero predecir que el cielo es nuestro,
que si no para qué tantas estrellas
y noches de esperar y amaneceres
en que el sol nos entibia el viejo anhelo.
No sé todas las fórmulas, olvido
algunas porque sí, porque no sirven,
porque no creo que la abeja necesite
saber cuántos hexágonos le quedan,
y sigue alegremente con su viaje
a la próxima estación de los jardines.
Igual decido yo zarpar mis naves
en búsqueda de alegres ambrosías,
empeño no me falta y un buen número
en que confiar mi voz cuando cantemos.
El resto nada más que decimales,
la propia eternidad está en el parto,
después sólo crecer y en unidades
de medida hacerse igual al infinito.
La clase ha terminado, mis señores,
la prueba es aquí y pronto, no demoren.
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