A los alcaldes

A los alcaldes

Los del poder pequeño, los alcaldes,
llevando el agua a su molino,
subastando la comuna entre cuñados,
viviendo en otra parte,
compareciendo puntualmente a los tecitos.
Oh, sí, los alcaldes,
algunos fundarán la estatua que faltaba,
la escuela que se cae de obsoleta,
la plaza sin regar, el kiosco
de informaciones que se cierra cuando llueve,
algunos vaciarán sus faltriqueras
cuando el país se incendie tras el hambre,
cuando la voz de la miseria los alerte
de que no sólo es realidad el egoísmo.
Alcaldes caerán cuando los ojos de mi pueblo
comiencen a rasgar las piedras como el alba,
comiencen a quemar como el buen sol la casa llena,
a nadie detendrán con esos pactos de la sombra,
a nadie venderán la vieja historia de lo insigne,
sólo mi pueblo mandará cuando en las salas del palacio
el alcalde sea el trapo en que lavar la mala sangre.
Alcaldes, los alcaldes tendrán miedo
hasta del niño que pregunte cómo hicieron,
cómo olvidaron que en la calle el hombre canta
y que mañana volverá por su lugar en la justicia.
Algunos van a salvo, pues lo saben,
no son sino la voz de los humildes,
el pan que ha de llegar tibio a las mesas
que tantos campesinos y carpinteros levantaron.
Son hijos de ese pueblo que los mece,
son hombres de esa calle en que vivieron
y harán hasta lo inútil por ver ciertos
los sueños del vecino que los vota.
Alcaldes, la canción es de futuro,
no vuelvan a callar por un discurso,
si lo hacen ya verán que nadie escucha
la fúnebre soledad que los despide
al terminar la sordidez de su período.

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28 09 13