Por mi padre, enfermo, grave
Un día llamarán, dirán su padre ha muerto.
No es cierto, les diré, aquí hay un nieto, en él pervive,
y diez y muchos más, que a la hora del suceso
replicarán pero como si acaba de plantar un árbol,
de pelar una naranja, de patear una pelota.
o de hablar y hablar de todo, hasta de aquello que no existe.
Ha muero, insistirán. ¿También sus sueños?, les pregunto,
¿sus quejas del subsidio del gobierno,
de la jubilación de los ancianos,
de lo lento en la atención del consultorio,
de cómo roban los alcaldes y prometen lo que nunca cumplen?
¿Y su arreglar el mundo con palabras?:
con una mano que los ricos se pusieran en el corazón,
o mejor todavía adentro del bolsillo,
con un gol más del San Felipe o del Arauco,
o con mirar la foto de la selección en Santiago
el año aquel de mil novecientos sesenta y cinco.
Si no es así, no me hablen, que su foto
sigue colgada en la casa de mi infancia
y el naranjo volverá a aromar el patio en primavera.
¿Que habrá muerto? Ya lo sé, morimos todos,
sólo que debo consolar de esta tristeza a mis hermanos,
sólo que mi hijo se abraza a mi sencillamente
o bien soy yo quien va y lo abraza mientras lloro.
Y es que ni siquiera sé bien qué más decir,
porque ese día que imagino no lo quiero
ver llegar hasta encontrar alguna más de las las respuestas
que nos faltan para ser felices y a tu lado, padre mío.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
18 09 13
Un día llamarán, dirán su padre ha muerto.
No es cierto, les diré, aquí hay un nieto, en él pervive,
y diez y muchos más, que a la hora del suceso
replicarán pero como si acaba de plantar un árbol,
de pelar una naranja, de patear una pelota.
o de hablar y hablar de todo, hasta de aquello que no existe.
Ha muero, insistirán. ¿También sus sueños?, les pregunto,
¿sus quejas del subsidio del gobierno,
de la jubilación de los ancianos,
de lo lento en la atención del consultorio,
de cómo roban los alcaldes y prometen lo que nunca cumplen?
¿Y su arreglar el mundo con palabras?:
con una mano que los ricos se pusieran en el corazón,
o mejor todavía adentro del bolsillo,
con un gol más del San Felipe o del Arauco,
o con mirar la foto de la selección en Santiago
el año aquel de mil novecientos sesenta y cinco.
Si no es así, no me hablen, que su foto
sigue colgada en la casa de mi infancia
y el naranjo volverá a aromar el patio en primavera.
¿Que habrá muerto? Ya lo sé, morimos todos,
sólo que debo consolar de esta tristeza a mis hermanos,
sólo que mi hijo se abraza a mi sencillamente
o bien soy yo quien va y lo abraza mientras lloro.
Y es que ni siquiera sé bien qué más decir,
porque ese día que imagino no lo quiero
ver llegar hasta encontrar alguna más de las las respuestas
que nos faltan para ser felices y a tu lado, padre mío.
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