De mi desnuda hora, comprobar no puede mi pereza
desde el oprobio que la luna causa a mi mudez
contigo enardecido en sombra, bajo tu destreza
aclara cierto párpado tu color en desnudez…
Mis horas ciegan mis ahíncos, salvaje no me he muerto
de un rayo que ha caído en la tormenta:
mis sentidos ya se inclinan a tu rostro cierto
y el destello de tu voz, en el silencio me atormenta.
Mi arte no diera aún tu flor que muda, bajo el silencio la calma
y el rostro ciego de la tarde hunde mis rodillas
en la cima de aquél cántaro de luz donde tu alma
resarce las heridas de mi flor, en maravillas…
Cuna de sollozo es así la virtud de tus pupilas
donde el clavel desnudo de tu corazón en calma
perfuma y ya distancia y aclara entre las lilas
la voz de mi perfume, el de mi alma.
Mis ojos fueron alegría en tu silencio
tu flor fue rocío en el llanto de la plata,
y en mi sombra, la mañana fue un sol escarlata
que pispeaba con tus ojos el guiño donde ansío…
Bajo ciertas regiones de abismales consonancias
la bruma de mis ojos no se funde con el alba,
y en el claustro de mis sílabas nacen asonancias
que descansan en la voz de tu misterio, el que me salva.
Mi rojo ardor, no es cúspide liviana:
Déjame hablar más de tu rostro:
desnudo sobre el alba de tu seno, vi hermosura sana
que en el oro de tu pelo, sobre un sueño de alabastro
distinguí en la dócil rosa de tu boca cierta estrella
que iluminó mi vida, más allá de los crepúsculos
y fue tu voluntad y tu gracia la más bella
paloma de nieve que vuela sobre los ángulos…
Mas tu misterio persuade, niña de cielo fulgente
en el decoro que aliña más que el cántaro de nieve
y en tus virtudes el viento se hace aún mayor relieve
que la sombra en el aliento del ardor indecente…
Tu risa es el intento florido, un desnudo Paraíso
que la voz de la mañana hace cántaro en tus aguas,
y la voz de tu silencio enmudece las enaguas
de mi Sol desnudo, aleve, do tu rubor lo quiso!
Tus labios huelen a rosa, a jazmín, aprisionada
tu sombra es sombra que goza, el instante nacarado:
¡Por tus manos mi silencio, se tornará ya en canto, amada!
Virtud que sólo separa la luz del jardín helado,
en su escarcha, con un frío, que va de lado a lado
y se encumbra en tu espalda, como un jirón bienamado!
Pero es sólo la rosa, que de nieve se ha vestido
y púrpura regala dotes del ruiseñor, su gemido…
Césped frío, rosa ardiente, sol de arena,
aduce mi ángel rocío a la pena…
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