Quita penas
Mueran ya penas mortales,
las eternas nunca mueran,
son esas por las que esperan
remedio todos los males.
Que mueran por materiales
las penas que errar te hicieran,
las de amor, las que pudieran
acortar tu laberinto,
pero no encender al cinto
las llamas que las vencieran.
Así pues las del olvido,
las de logros que no vuelven,
las que el sueldo nos disuelven,
en mil cuentas dividido.
Ésas déjalas sin ruido,
que en la plaza se devuelven,
que en verdad nada revuelven
que no pueda hallar su rumbo,
si en algunas diste tumbo
sus pesares no te envuelven.
Hay en cambio penas ciertas
con cuchillas, sal y saña,
y en ellas sí que se daña,
ya dormidas, ya despiertas.
Una es cuando das por muertas
las razones de tu entraña,
los sentidos de tu hazaña,
tu lugar en este mundo,
esa cala en lo profundo
y en sí misma es una extraña.
Otra es cuando nada puedes
contra el odio y la injusticia
y te parece estulticia
que te marches o te quedes.
Del destino son las redes
que no tuerce una caricia,
ni un combate ni una albricia
del corazón que regresa,
y en que la muerte es sorpresa,
pero nunca una delicia.
Tales son las grandes penas,
o más bien las que, pequeños,
nos retratan con sus ceños
de adustez y de cadenas.
Infinitas sus arenas
y nosotros simples sueños,
de sus brasas nunca dueños,
mas quemados por sus furias,
tales son de las penurias
los anales de sus leños.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
17 07 13
Mueran ya penas mortales,
las eternas nunca mueran,
son esas por las que esperan
remedio todos los males.
Que mueran por materiales
las penas que errar te hicieran,
las de amor, las que pudieran
acortar tu laberinto,
pero no encender al cinto
las llamas que las vencieran.
Así pues las del olvido,
las de logros que no vuelven,
las que el sueldo nos disuelven,
en mil cuentas dividido.
Ésas déjalas sin ruido,
que en la plaza se devuelven,
que en verdad nada revuelven
que no pueda hallar su rumbo,
si en algunas diste tumbo
sus pesares no te envuelven.
Hay en cambio penas ciertas
con cuchillas, sal y saña,
y en ellas sí que se daña,
ya dormidas, ya despiertas.
Una es cuando das por muertas
las razones de tu entraña,
los sentidos de tu hazaña,
tu lugar en este mundo,
esa cala en lo profundo
y en sí misma es una extraña.
Otra es cuando nada puedes
contra el odio y la injusticia
y te parece estulticia
que te marches o te quedes.
Del destino son las redes
que no tuerce una caricia,
ni un combate ni una albricia
del corazón que regresa,
y en que la muerte es sorpresa,
pero nunca una delicia.
Tales son las grandes penas,
o más bien las que, pequeños,
nos retratan con sus ceños
de adustez y de cadenas.
Infinitas sus arenas
y nosotros simples sueños,
de sus brasas nunca dueños,
mas quemados por sus furias,
tales son de las penurias
los anales de sus leños.
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