El vacío es hermoso cuando retumba tu eco de desnudez
En los rincones más alejados de mi pecho.
La distancia es un diablillo sin extremos,
Un conjuro indefinido de signos que señalan
La ansiedad desde la risa a la perfecta escapada de una lágrima.
Hoy miro como saltan los peces en las peceras abiertas de las calles.
El hombre sin amor es un tronco sin orquídeas perfumadas,
Una saeta sin latitud determinada.
Hay quien guarda en la memoria un beso precoz,
El primer orgasmo bajo la manta interminable de los parques,
Las primeras rosas rojas marchitadas en el jardín de la gruta de las locuras.
Hay quien guarda ojos frente al los mares olvidados,
Senos gemelos en las cimas de las colinas,
Llantos de dolor a los costados grises de un ataúd sin banderas.
Yo me guardo un niño desbocado y desafío al tiempo,
Una piedra en mis bolsillos sin fondo,
Una foto de tu cuerpo cabalgando manantiales
Escapados del viento.
¿Qué verso inventaré para atraparte?
Quizás el de un poema ajeno que desvele a mi alma en la madrugada.
Tomaré una estrella sin romper la ternura de las nubes,
Con pronta suavidad dejaré su luz en el quinto círculo de mi mesa.
Haré mío el recuerdo de tu suspiro,
Tomaré de la nada un fuego taciturno y cierto,
Buscaré tu espalda aunque muera buscando.
¿Puede la demencia convivir en la lengua de mi soledad?
Dejo para ti las respuestas necesarias,
Dejo para mí esta locura incurable
De amarte desde mí silencio.
En los rincones más alejados de mi pecho.
La distancia es un diablillo sin extremos,
Un conjuro indefinido de signos que señalan
La ansiedad desde la risa a la perfecta escapada de una lágrima.
Hoy miro como saltan los peces en las peceras abiertas de las calles.
El hombre sin amor es un tronco sin orquídeas perfumadas,
Una saeta sin latitud determinada.
Hay quien guarda en la memoria un beso precoz,
El primer orgasmo bajo la manta interminable de los parques,
Las primeras rosas rojas marchitadas en el jardín de la gruta de las locuras.
Hay quien guarda ojos frente al los mares olvidados,
Senos gemelos en las cimas de las colinas,
Llantos de dolor a los costados grises de un ataúd sin banderas.
Yo me guardo un niño desbocado y desafío al tiempo,
Una piedra en mis bolsillos sin fondo,
Una foto de tu cuerpo cabalgando manantiales
Escapados del viento.
¿Qué verso inventaré para atraparte?
Quizás el de un poema ajeno que desvele a mi alma en la madrugada.
Tomaré una estrella sin romper la ternura de las nubes,
Con pronta suavidad dejaré su luz en el quinto círculo de mi mesa.
Haré mío el recuerdo de tu suspiro,
Tomaré de la nada un fuego taciturno y cierto,
Buscaré tu espalda aunque muera buscando.
¿Puede la demencia convivir en la lengua de mi soledad?
Dejo para ti las respuestas necesarias,
Dejo para mí esta locura incurable
De amarte desde mí silencio.
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