El llamado de la pasión
No es sangre, que es nieve roja
la que derraman sus venas
fundiéndole las cadenas
al tigre que las despoja.
Así carne y fuego afloja
la pasión de los amantes,
son los de ahora y los de antes,
son los que vienen mañana
y al cuerpo vuelven campana
con sus bramidos gigantes.
Los hubo en el paraíso,
hijos del bien y del mal,
del árbol más celestial,
de la sierpe y su hechizo.
Desnudos contra el granizo
del castigo omnipotente,
se refugian en su ardiente
entrega que puebla el mundo,
hombre y hembra en lo fecundo
multiplícanse en la gente.
Los hubo tras el diluvio,
tras las tablas de Moisés,
como en Sodoma de a diez
o en Gomorra negra y rubio.
Los hubo con todo efluvio
por los siete cardinales,
por mares, por arenales,
por cada rincón del cielo
y en cada cama del suelo,
ya en hombres, ya en animales.
Ni en la distancia se emboza
ni en la guerra ni el oprobio,
antes fue amante que novio,
antes fue amada que esposa.
Así la pasión airosa
salió de exilios y rejas,
no esperaron las parejas
sino el momento oportuno
para darse al desayuno
del placer y sus guedejas.
Hoy no es distinto, se yace
en mercados y en hoteles,
en autos, trenes y rieles,
en la campiña que pace.
Nadie el asunto disfrace,
yo quisiera más no puedo
y es que a esta empresa no cedo,
por eso parto radiante
que allá me espera mi amante,
por eso es que no me quedo.
28 07 12
No es sangre, que es nieve roja
la que derraman sus venas
fundiéndole las cadenas
al tigre que las despoja.
Así carne y fuego afloja
la pasión de los amantes,
son los de ahora y los de antes,
son los que vienen mañana
y al cuerpo vuelven campana
con sus bramidos gigantes.
Los hubo en el paraíso,
hijos del bien y del mal,
del árbol más celestial,
de la sierpe y su hechizo.
Desnudos contra el granizo
del castigo omnipotente,
se refugian en su ardiente
entrega que puebla el mundo,
hombre y hembra en lo fecundo
multiplícanse en la gente.
Los hubo tras el diluvio,
tras las tablas de Moisés,
como en Sodoma de a diez
o en Gomorra negra y rubio.
Los hubo con todo efluvio
por los siete cardinales,
por mares, por arenales,
por cada rincón del cielo
y en cada cama del suelo,
ya en hombres, ya en animales.
Ni en la distancia se emboza
ni en la guerra ni el oprobio,
antes fue amante que novio,
antes fue amada que esposa.
Así la pasión airosa
salió de exilios y rejas,
no esperaron las parejas
sino el momento oportuno
para darse al desayuno
del placer y sus guedejas.
Hoy no es distinto, se yace
en mercados y en hoteles,
en autos, trenes y rieles,
en la campiña que pace.
Nadie el asunto disfrace,
yo quisiera más no puedo
y es que a esta empresa no cedo,
por eso parto radiante
que allá me espera mi amante,
por eso es que no me quedo.
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