Acta de los días
Suman y siguen las vidas con su asedio,
ésta de un árbol, aquella de un pijama,
y tantas indecisas entre el pan y la pantera.
Corre los velos, tiempo, de modo que corrijan
su espinazo las piedras del camino reflexivo
y entiendan que en la cárcel o en palacio de oro
vale más que la meta la entrega en el esfuerzo.
Que no me dice nada el sicalíptico nocturno,
que no secundaré las flores de la mala viuda,
pero que la huella de mi mano en la penumbra
pervivirá aún ya cerrados mis puños para siempre.
Otra cosa, ciudad, es tu creciente desventura:
las madres sin más pan que un bofetón o el tele circo,
las moscas en la piel narcotizada de tus muslos,
el hedor en la fiesta del mercado que nos pudre.
(Y es que es gratis el amor y aun su flagelo
no tiene ningún precio si con un beso se compara:
yo que morí mil veces, mil veces moriría
sólo porque coincida ese rostro con el recuerdo de ese rostro).
En síntesis, dolor, no es tu estrategia la más útil,
no es para huir ni para hundirse que ha de caer el serio hermano,
es más bien justo y porque ni en las estrellas nos esperan,
más bien en cada esquina, en cada abrazo, en cada gesto,
que por pequeño se hace sabio, que por feliz nos da escalera
o por dudoso nos enseña que hay que volver a abrir los ojos.
No pidas, pues, tu flor si no has sembrado primaveras,
no pidas, pues, mi amor, si sólo pasas por tu sombra.
11 05 12
Suman y siguen las vidas con su asedio,
ésta de un árbol, aquella de un pijama,
y tantas indecisas entre el pan y la pantera.
Corre los velos, tiempo, de modo que corrijan
su espinazo las piedras del camino reflexivo
y entiendan que en la cárcel o en palacio de oro
vale más que la meta la entrega en el esfuerzo.
Que no me dice nada el sicalíptico nocturno,
que no secundaré las flores de la mala viuda,
pero que la huella de mi mano en la penumbra
pervivirá aún ya cerrados mis puños para siempre.
Otra cosa, ciudad, es tu creciente desventura:
las madres sin más pan que un bofetón o el tele circo,
las moscas en la piel narcotizada de tus muslos,
el hedor en la fiesta del mercado que nos pudre.
(Y es que es gratis el amor y aun su flagelo
no tiene ningún precio si con un beso se compara:
yo que morí mil veces, mil veces moriría
sólo porque coincida ese rostro con el recuerdo de ese rostro).
En síntesis, dolor, no es tu estrategia la más útil,
no es para huir ni para hundirse que ha de caer el serio hermano,
es más bien justo y porque ni en las estrellas nos esperan,
más bien en cada esquina, en cada abrazo, en cada gesto,
que por pequeño se hace sabio, que por feliz nos da escalera
o por dudoso nos enseña que hay que volver a abrir los ojos.
No pidas, pues, tu flor si no has sembrado primaveras,
no pidas, pues, mi amor, si sólo pasas por tu sombra.
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