De tu huella la lentitud degüella
y ahonda el mar desenfundado,
el clima de tu voz es perpleja llamarada enloquecida.
La gloria estremecida de tus piernas
enlaza rústicos álabes, diademas.
En el brillo de tu alce la mañana se consterna
rendida en el verano de tu flor, tu llama eterna.
Vuelo y aroma, verde nacimiento destemplado,
una cisterna de mi voz en esta hierba.
Alhajas se cubren de sol en el verano,
en esta brisa el canto nos sustrae,
y reclina los vasos del olvido
en bóvedas celestes circunscriptos.
Vacío el resplandor de mi ala agreste.
Loco perfume en tinieblas consumido,
ya queda la sombra del albor
desierto húmedo;
por tu prisa la flor nace en silencio
rumiando los vástagos de azufre
que en la cuna del viento cuelan madrugadas
haciendo una mi voz, mi ala destemplada.
Desde sus fauces el viento del verano
late en mi amor
como una brisa de rocío.
En sus alas la voz del horizonte
enciende en mis llamadas al unísono
el clavel y la rosa vespertina,
claras
como tu sonrisa.
Tus pies de nieve nacen y procrean
el silencio,
enamorada bruma que llena
mis pulmones.
La inspiración que toca el aire
su juventud de sueño,
es en tus alas la pasión que me desvela,
el canto de rocío dentro de mi pecho.
Y se enciende aún la primavera
en tu risco, como la primera
paloma que en tus besos solitarios
recorre el viento enlazando nuestras manos.
Arremete la ciénaga y quebranto de la noche
su latitud crepuscular
que en el navío de mi infancia
la luz nocturna arrima;
y las hay fuertes,
y ampara la que truena el desvelo.
Tu música serena
se escucha al pronunciar el día
el canto de la noche.
Por el artificio de la luna
yace la equidistante piedra
que arrima a tu sigilo.
Refucilos de silencio, por el mar se derrama la aurora.
Es nieve el que en tu rostro sueña en un espejo.
Soy un unicornio de sed en la neblina.
Voraz, sentir a una mujer y respirarla, como a una suave brisa perfumada.
O como un viento de tempestad que ahonda y que galopa en mí, y en mi silencio.
Brisa marina, galope de tormenta, llena de sed y de atavíos
desnudos por donde mi corazón procrea y late suspiros de viento y tu frescura.
Se dice un sueño bosquejar una sonrisa
en el capullo de tu sueño,
enamorada.
Lates el crepúsculo, y en ti la luna se desata
como una clepsidra misteriosa
en los brazos de mi amada.
El amargo resplandor del cielo es tu huida en el colapso de la noche,
arrimo al crepúsculo que nos deshabita
como una sombra resplandeciente en el resplandor de la luna.
Jazmín,
dorado atardecer que nos une
en un arrebato de silencio
en el mordisco de una fruta perfumada
en el ausente atavío de la soledad compartida
desenfrenando del ocaso un triste vínculo
en el tenaz racimo que perdura en la mañana.
Un horizonte crepuscular bate las olas de tu ausencia,
leopardo, presa sagaz y taciturna
de vacíos resplandores,
que entregan la vertiente de tus huellas,
en esta duna que se impone ante el sigilo.
Luna otra vez,
fresco racimo renombrado,
Clavel de sórdidas respuestas, enjaulado en el sueño
que has dejado en el capullo de mi pecho.
Insinúas la copa, el albor doblegando las semillas
de este bosque de cinturas permanentes.
En el desvelo tu letargo se aminora, graznando un arrecife destemplado
por las sábanas del cielo que bifurcan nubladas ceremonias.
Eres tú.
Tus versos juegan en mi mente
como el endulce de tu música, tu piramidal enlace con la música de mi alma
el surco zigzagueante que trepamos libres enredándonos el alma,
la canción que resplandeces en el horizonte de tus cuerdas,
vocales palomas que atesoran las sonoras sílabas
en los estratos que nuestro corazón atisba en el alba,
tus manos parpadean el aplauso del racimo de tu nombre
rico y maduro como el mediodía,
perfumado como el ala del azahar visitando la melancolía.
Gaviota. Sumergido vuelo de paloma en la bóveda del día,
presagiando el azul de nuestras palabras,
blancas como la música del ave.
Corona de diamantes,
tu rosado arrecife de palabras cabalga con la noche,
con las estrellas que robaste, latiendo el vestido de la aurora.
Nieve no eres,
pero tu blanca ceremonia de latitud esbelta,
se arrima al hielo en la promesa de la lluvia,
tu poesía se derrama
como una paloma sobre un muelle.
Cántaros de nieve inauguran tu rosal,
matutina alabanza del invierno.
Ufano el día,
ó que en su prosa el verbo falle,
su denuedo cae inmerso en el vacío
cabalgando los corceles del silencio.
Tu temprana era florecida de blancos atavíos
cunde en la rapsodia del verano,
azul tu llama late.
Tú eres el claro del cristal, su brío húmedo
la calma que embellece la temperatura de tus fauces,
temprano matinal de frescos versos.
Late, y en el racimo del rosal
sustenta un arrebato de rocío
dorando el sable del ocaso.
Hacia allí, hacia las más lejanas estrellas
mi suspiro enamorado
se estrella en las sombras de los soles.
Busca el brío la distancia que en azul velero flota,
en mi corazón la sed cabalga en verso solitario.
Simple y dorada como el anillo que derrama la blancura de la luna
nace el secreto de tus labios, hermosura
que en el beso de la sombra de tu mano, el ábaco de luz
del brillo de la luna
sustenta un racimo de claveles
sobre la noche húmeda.
Desde ti, mis ojos nacen en la sombra de tu imagen
para vestirte de luz, de rocío
y nadar junto a ti en este lago nocturno.
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y ahonda el mar desenfundado,
el clima de tu voz es perpleja llamarada enloquecida.
La gloria estremecida de tus piernas
enlaza rústicos álabes, diademas.
En el brillo de tu alce la mañana se consterna
rendida en el verano de tu flor, tu llama eterna.
Vuelo y aroma, verde nacimiento destemplado,
una cisterna de mi voz en esta hierba.
Alhajas se cubren de sol en el verano,
en esta brisa el canto nos sustrae,
y reclina los vasos del olvido
en bóvedas celestes circunscriptos.
Vacío el resplandor de mi ala agreste.
Loco perfume en tinieblas consumido,
ya queda la sombra del albor
desierto húmedo;
por tu prisa la flor nace en silencio
rumiando los vástagos de azufre
que en la cuna del viento cuelan madrugadas
haciendo una mi voz, mi ala destemplada.
Desde sus fauces el viento del verano
late en mi amor
como una brisa de rocío.
En sus alas la voz del horizonte
enciende en mis llamadas al unísono
el clavel y la rosa vespertina,
claras
como tu sonrisa.
Tus pies de nieve nacen y procrean
el silencio,
enamorada bruma que llena
mis pulmones.
La inspiración que toca el aire
su juventud de sueño,
es en tus alas la pasión que me desvela,
el canto de rocío dentro de mi pecho.
Y se enciende aún la primavera
en tu risco, como la primera
paloma que en tus besos solitarios
recorre el viento enlazando nuestras manos.
Arremete la ciénaga y quebranto de la noche
su latitud crepuscular
que en el navío de mi infancia
la luz nocturna arrima;
y las hay fuertes,
y ampara la que truena el desvelo.
Tu música serena
se escucha al pronunciar el día
el canto de la noche.
Por el artificio de la luna
yace la equidistante piedra
que arrima a tu sigilo.
Refucilos de silencio, por el mar se derrama la aurora.
Es nieve el que en tu rostro sueña en un espejo.
Soy un unicornio de sed en la neblina.
Voraz, sentir a una mujer y respirarla, como a una suave brisa perfumada.
O como un viento de tempestad que ahonda y que galopa en mí, y en mi silencio.
Brisa marina, galope de tormenta, llena de sed y de atavíos
desnudos por donde mi corazón procrea y late suspiros de viento y tu frescura.
Se dice un sueño bosquejar una sonrisa
en el capullo de tu sueño,
enamorada.
Lates el crepúsculo, y en ti la luna se desata
como una clepsidra misteriosa
en los brazos de mi amada.
El amargo resplandor del cielo es tu huida en el colapso de la noche,
arrimo al crepúsculo que nos deshabita
como una sombra resplandeciente en el resplandor de la luna.
Jazmín,
dorado atardecer que nos une
en un arrebato de silencio
en el mordisco de una fruta perfumada
en el ausente atavío de la soledad compartida
desenfrenando del ocaso un triste vínculo
en el tenaz racimo que perdura en la mañana.
Un horizonte crepuscular bate las olas de tu ausencia,
leopardo, presa sagaz y taciturna
de vacíos resplandores,
que entregan la vertiente de tus huellas,
en esta duna que se impone ante el sigilo.
Luna otra vez,
fresco racimo renombrado,
Clavel de sórdidas respuestas, enjaulado en el sueño
que has dejado en el capullo de mi pecho.
Insinúas la copa, el albor doblegando las semillas
de este bosque de cinturas permanentes.
En el desvelo tu letargo se aminora, graznando un arrecife destemplado
por las sábanas del cielo que bifurcan nubladas ceremonias.
Eres tú.
Tus versos juegan en mi mente
como el endulce de tu música, tu piramidal enlace con la música de mi alma
el surco zigzagueante que trepamos libres enredándonos el alma,
la canción que resplandeces en el horizonte de tus cuerdas,
vocales palomas que atesoran las sonoras sílabas
en los estratos que nuestro corazón atisba en el alba,
tus manos parpadean el aplauso del racimo de tu nombre
rico y maduro como el mediodía,
perfumado como el ala del azahar visitando la melancolía.
Gaviota. Sumergido vuelo de paloma en la bóveda del día,
presagiando el azul de nuestras palabras,
blancas como la música del ave.
Corona de diamantes,
tu rosado arrecife de palabras cabalga con la noche,
con las estrellas que robaste, latiendo el vestido de la aurora.
Nieve no eres,
pero tu blanca ceremonia de latitud esbelta,
se arrima al hielo en la promesa de la lluvia,
tu poesía se derrama
como una paloma sobre un muelle.
Cántaros de nieve inauguran tu rosal,
matutina alabanza del invierno.
Ufano el día,
ó que en su prosa el verbo falle,
su denuedo cae inmerso en el vacío
cabalgando los corceles del silencio.
Tu temprana era florecida de blancos atavíos
cunde en la rapsodia del verano,
azul tu llama late.
Tú eres el claro del cristal, su brío húmedo
la calma que embellece la temperatura de tus fauces,
temprano matinal de frescos versos.
Late, y en el racimo del rosal
sustenta un arrebato de rocío
dorando el sable del ocaso.
Hacia allí, hacia las más lejanas estrellas
mi suspiro enamorado
se estrella en las sombras de los soles.
Busca el brío la distancia que en azul velero flota,
en mi corazón la sed cabalga en verso solitario.
Simple y dorada como el anillo que derrama la blancura de la luna
nace el secreto de tus labios, hermosura
que en el beso de la sombra de tu mano, el ábaco de luz
del brillo de la luna
sustenta un racimo de claveles
sobre la noche húmeda.
Desde ti, mis ojos nacen en la sombra de tu imagen
para vestirte de luz, de rocío
y nadar junto a ti en este lago nocturno.
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