El oficio de escribir
Qué gran desafío, hermano,
contar lo que no conozco,
yo que apenas zafio y tosco,
tengo un puño en cada mano.
Y es que este oficio tirano
no lo elegí, me captura
como al pájaro en la altura,
como al pez en el abismo
y me impide ver yo mismo
la razón de su locura.
¿Será que fui solitario,
que un monte rodeó mi cuna,
que un río fue mi fortuna
con sueños sin más horario?
Recuerdo que parvulario
salía a mirarme en su agua,
se llamaba el Aconcagua,
mil piedras lancé a su paso,
¿será de este ejemplo el caso
que el verbo vierte en mi fragua?
Quizá sólo es la lectura
de aquella infancia callada,
la del libro y de la nada,
la del cielo y su espesura.
Leer para mi fue cura
de la pena que presencio,
de los errores que agencio,
de la incerteza que cargo,
hasta que un día me largo
a escribir en el silencio.
Desde entonces rimas, odas,
famélicos epigramas,
cartas, trinos, telegramas
brotaron como rapsodas.
Indiferentes a modas
se acumulan mis escritos,
unos con llanto o con gritos,
otros con fiebre o con risas,
y yo rasgando camisas,
cautivo de sus garitos.
Eso es todo, compañero,
no me rindo, no me canso,
mas no pretendo ni alcanzo
la razón de mi tintero.
Escribir es mi sombrero,
mi sal, mi piel, mi acudir
allí donde hay que exigir
mejor sitio para el hombre,
que aunque es poeta mi nombre
mi oficio es el de vivir.
03 10 11
Qué gran desafío, hermano,
contar lo que no conozco,
yo que apenas zafio y tosco,
tengo un puño en cada mano.
Y es que este oficio tirano
no lo elegí, me captura
como al pájaro en la altura,
como al pez en el abismo
y me impide ver yo mismo
la razón de su locura.
¿Será que fui solitario,
que un monte rodeó mi cuna,
que un río fue mi fortuna
con sueños sin más horario?
Recuerdo que parvulario
salía a mirarme en su agua,
se llamaba el Aconcagua,
mil piedras lancé a su paso,
¿será de este ejemplo el caso
que el verbo vierte en mi fragua?
Quizá sólo es la lectura
de aquella infancia callada,
la del libro y de la nada,
la del cielo y su espesura.
Leer para mi fue cura
de la pena que presencio,
de los errores que agencio,
de la incerteza que cargo,
hasta que un día me largo
a escribir en el silencio.
Desde entonces rimas, odas,
famélicos epigramas,
cartas, trinos, telegramas
brotaron como rapsodas.
Indiferentes a modas
se acumulan mis escritos,
unos con llanto o con gritos,
otros con fiebre o con risas,
y yo rasgando camisas,
cautivo de sus garitos.
Eso es todo, compañero,
no me rindo, no me canso,
mas no pretendo ni alcanzo
la razón de mi tintero.
Escribir es mi sombrero,
mi sal, mi piel, mi acudir
allí donde hay que exigir
mejor sitio para el hombre,
que aunque es poeta mi nombre
mi oficio es el de vivir.
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