Cual carbunclo a la sal, arropa en la vertiente
un oro liso que es sumido en su hermosura
a su gentil fatiga, y anillo en la cintura
la sola gema que perdura al recipiente...
Dulce recato que anochece sol ardiente,
sin fin en la marea, sin fin en lo elocuente
de una sonrisa de amar toda la gente
de su silencio mudo, trigal ferviente…
Desnudo aroma que puebla mi latido,
cofre en el cual, se ahonda su gemido
plegaria dulce que dulce ya se ha oído…
Dulce desespera su pudor en el ocaso,
ferviente nace su canción, ferviente acaso,
y soslaya el corazón bravío en un abrazo.
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