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por Oscar64 Lun Oct 03, 2011 5:38 pmLos frutos rojos
Escribe, corazón, decían las ávidas
hojas lanzándose al otoño negro
de mar, de sangre, de licor, de un suegro
en el dulce balcón de las ingrávidas.
Anota, soñador, que aunque te anhelan,
también marchitarán sus dulces ojos
y un día caerán, cual frutos rojos
que nadie recibió, por más que vuelan.
Acúsalas si quieres de inconstantes,
pero no habrá palabras que se queden
cuando tu voz se apague o que se enreden
más que al blanco papel de tus instantes.
Estámpalas allí, que guarden nota
de cuanto ves y sueñas, de cuanto amas,
que al tiempo sobrevivan y a las llamas
de una vida que ya arde y ya se agota.
Así cuando no estés, el padre de ellas
de todas tus amadas, las palabras,
en tu altar las pondrá para que tú abras
en póstumo noviazgo tantas huellas.
16 05 11
Escribe, corazón, decían las ávidas
hojas lanzándose al otoño negro
de mar, de sangre, de licor, de un suegro
en el dulce balcón de las ingrávidas.
Anota, soñador, que aunque te anhelan,
también marchitarán sus dulces ojos
y un día caerán, cual frutos rojos
que nadie recibió, por más que vuelan.
Acúsalas si quieres de inconstantes,
pero no habrá palabras que se queden
cuando tu voz se apague o que se enreden
más que al blanco papel de tus instantes.
Estámpalas allí, que guarden nota
de cuanto ves y sueñas, de cuanto amas,
que al tiempo sobrevivan y a las llamas
de una vida que ya arde y ya se agota.
Así cuando no estés, el padre de ellas
de todas tus amadas, las palabras,
en tu altar las pondrá para que tú abras
en póstumo noviazgo tantas huellas.
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