Sentados como cada tarde estamos solos
siempre los dos, chacchando coca en los cielos,
armando sonrisas, agotando silencios
Tu faz en mi hombro; mi cansancio en tus brazos.
El hilo que es mi voz, se desenreda en una
antara a razón de tu belleza de tímida luna;
se va retejiendo entre promesas y endiña
la nueva melodía para nuestro corazón, mi niña
Soledades hierven sus melodías ajenas
en el inmenso caldero de la urbe, figuras
violentas, grises, nacidas del estupor no me tientan
Reviven nuestros humos claros en el horizonte; cantan
al vernos envueltos en un abrazo, satisfechas
las calandrias; y azotando sus campanas
Espera, el pueblo jubiloso como lloroso, el terminar de este largo beso.
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