Regocijo del cristal que lleva tu mirada,
la luna es más pálida ésta noche
como soplo bermellón de tu faz enamorada
que en el rostro de tu amor tu suave broche
ingiere las estrellas que platean su llegada
como nómades heraldos que asoman en su centro
vagos resplandores que ciegan el encuentro de su amada.
Y en el giro de tales nuncios rutilantes, a su adentro
Agravan la mística grandeza de su aroma dulce
cual postre que empalaga las cucharas del sabor
que la imprecisa llaga esconde entre sus frutos, y alce
el sigilo de la luz ingrávida de tus ojos de licor
cual dócil espada a su resplandor reverberante
goza el brillo de un choque de mutuo valor
en destellos de pálidas figuras cuyo opaco penetrante
Es la grandeza del aliento de la noche
un joven amante en el regazo de su amada
donde describen las rosas periplos de púrpura azabache
donde el declive de la fiesta de luz acompasada
es fauna enamorada en la caza del rival
que en la luz del manantial a su espejo taciturno
a su arista engalana al monte diurno
y en su espina aquél rosal es garbo sin igual
La rutilante belleza de su acopio de dulzura
cual sobre el eco el frenesí de la figura
de un ojo que en la noche ve tal hermosura
y cobra del graznido de las aves llanto decoroso
cual pupila en la marea de un rojo sol lustroso
cuyo crepúsculo enseña a las flores y las hojas a brillar con holgura;
entre malezas escondidas siempre hay un ojo que alcanza la belleza
y en su resguardo es dúctil fortaleza, la simpleza:
Del amor, que aún ensimismado sol naciente
penetra en el huerto del jazmín, oro pudiente.
la luna es más pálida ésta noche
como soplo bermellón de tu faz enamorada
que en el rostro de tu amor tu suave broche
ingiere las estrellas que platean su llegada
como nómades heraldos que asoman en su centro
vagos resplandores que ciegan el encuentro de su amada.
Y en el giro de tales nuncios rutilantes, a su adentro
Agravan la mística grandeza de su aroma dulce
cual postre que empalaga las cucharas del sabor
que la imprecisa llaga esconde entre sus frutos, y alce
el sigilo de la luz ingrávida de tus ojos de licor
cual dócil espada a su resplandor reverberante
goza el brillo de un choque de mutuo valor
en destellos de pálidas figuras cuyo opaco penetrante
Es la grandeza del aliento de la noche
un joven amante en el regazo de su amada
donde describen las rosas periplos de púrpura azabache
donde el declive de la fiesta de luz acompasada
es fauna enamorada en la caza del rival
que en la luz del manantial a su espejo taciturno
a su arista engalana al monte diurno
y en su espina aquél rosal es garbo sin igual
La rutilante belleza de su acopio de dulzura
cual sobre el eco el frenesí de la figura
de un ojo que en la noche ve tal hermosura
y cobra del graznido de las aves llanto decoroso
cual pupila en la marea de un rojo sol lustroso
cuyo crepúsculo enseña a las flores y las hojas a brillar con holgura;
entre malezas escondidas siempre hay un ojo que alcanza la belleza
y en su resguardo es dúctil fortaleza, la simpleza:
Del amor, que aún ensimismado sol naciente
penetra en el huerto del jazmín, oro pudiente.
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