Xenofobia, esta es universal.
No es reino único y exclusivo
de los españoles
ni de la Unión Europea.
Tampoco del gringo.
Que, ironía, llegó
de las cuatro esquinas del mundo
para hacer de yanquilandia
tan gran nación.
Xenofobia nos mira en la cara.
Veamos como tratamos
al hermano peruano
que llega a Chile con esperanza
de recibir trato como lo dice
la tan mentada canción.
Si vas para Chile…
Trato humano y solidario.
Sólo en versos se da y
en una que otra canción
Recuerdo haber estado
por el desierto de Sonora.
También de haber pasado
por la frontera con Guatemala.
Nada se adelanta con que
los grupos de derechos humanos
denuncien trato inhumano
de los hermanos del sur
Quienes a su paso para el norte,
en busca de la olla llenar,
con envíos de dinero a casa,
Sufren tortura, violación y prisión.
Más, claro,
nuestros hermanos del norte
no nos llaman sudacas.
Sólo indios cochinos, lo peor.
Sin embargo,
todos nos quejamos de la
abyecta muralla,
pasado el río en cuestión.
Recuerdo el trato exquisito
que a mí en México se me dio.
Cierto es que me enquisté
dentro del bastión
de los bien educados,
de los que admiran que detentes
título y profesión.
Como si solo ser
un humano ser
titulo preferente
no fuese.
Mucha de la xenofobia
expresiones de clase es.
No quiero ser mal agradecida
pero no pude entonces
dejar de notar
lo que los periódicos
cuentan en su página de
noticias delictual.
A México quiero tanto
como a mi madre patria.
Más no puedo dejar de ver
que, en ambas, México y Chile,
somos clasistas, racistas y,
como buena medida,
xenófobos de corazón.
Pero esto no sólo
en Chile y México se da.
Ayer conversaba
con un virtual amigo,
compatriota de Andrés Bello.
Enojado por el vuelco
en la conversación,
estos epítetos me lanzó:
“Tienes que dejar de ser tan chilena,
tan araucana... presumidos
los del cono sur son”
Para que decir más,
helada me quedé
al recibir tan xenófobas palabras.
Por suerte en su territorio no estoy.
El espacio de la poesía
de fronteras no sabe.
Es el reino del amor, la inspiración.
No sabe de xenofobia.
Aunque haya poetas como éste,
que desubicado parece.
Este escrito aparece en adición
al poema que ayer leí
sobre xenofobia en España,
donde sudacas nos llaman,
No es reino único y exclusivo
de los españoles
ni de la Unión Europea.
Tampoco del gringo.
Que, ironía, llegó
de las cuatro esquinas del mundo
para hacer de yanquilandia
tan gran nación.
Xenofobia nos mira en la cara.
Veamos como tratamos
al hermano peruano
que llega a Chile con esperanza
de recibir trato como lo dice
la tan mentada canción.
Si vas para Chile…
Trato humano y solidario.
Sólo en versos se da y
en una que otra canción
Recuerdo haber estado
por el desierto de Sonora.
También de haber pasado
por la frontera con Guatemala.
Nada se adelanta con que
los grupos de derechos humanos
denuncien trato inhumano
de los hermanos del sur
Quienes a su paso para el norte,
en busca de la olla llenar,
con envíos de dinero a casa,
Sufren tortura, violación y prisión.
Más, claro,
nuestros hermanos del norte
no nos llaman sudacas.
Sólo indios cochinos, lo peor.
Sin embargo,
todos nos quejamos de la
abyecta muralla,
pasado el río en cuestión.
Recuerdo el trato exquisito
que a mí en México se me dio.
Cierto es que me enquisté
dentro del bastión
de los bien educados,
de los que admiran que detentes
título y profesión.
Como si solo ser
un humano ser
titulo preferente
no fuese.
Mucha de la xenofobia
expresiones de clase es.
No quiero ser mal agradecida
pero no pude entonces
dejar de notar
lo que los periódicos
cuentan en su página de
noticias delictual.
A México quiero tanto
como a mi madre patria.
Más no puedo dejar de ver
que, en ambas, México y Chile,
somos clasistas, racistas y,
como buena medida,
xenófobos de corazón.
Pero esto no sólo
en Chile y México se da.
Ayer conversaba
con un virtual amigo,
compatriota de Andrés Bello.
Enojado por el vuelco
en la conversación,
estos epítetos me lanzó:
“Tienes que dejar de ser tan chilena,
tan araucana... presumidos
los del cono sur son”
Para que decir más,
helada me quedé
al recibir tan xenófobas palabras.
Por suerte en su territorio no estoy.
El espacio de la poesía
de fronteras no sabe.
Es el reino del amor, la inspiración.
No sabe de xenofobia.
Aunque haya poetas como éste,
que desubicado parece.
Este escrito aparece en adición
al poema que ayer leí
sobre xenofobia en España,
donde sudacas nos llaman,
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