de la bóveda y estrechez del alto cielo
que en la muda de esperanza en el pañuelo
arría un poncho y añora el liso
manantial del fresno a tu cintura
que en el alba desigual, somera calma
atora un verso, y mitiga la marea, la blancura
del tenaz apetito de la albura, cual alma sobre alma.
Desorden de un lienzo anochecido
en la fragancia del desorden y del lienzo
del mitigar del sueño lo perdido
y arrancar del suspiro un loco incienso.
Somera calma y versátil la marea
del sigilo de la bruma en la mañana
del suspiro de la nieve temprana
y la sombra entre sombras alba sea.
Cual mirada desigual y procelosa
cual manto de abril y escandalosa
huida entre los prados desiguales
cual vestigio del oro en los trigales,
y el adviento del murmullo enloquecido
que mareas entre sombras aún despierto
elucubran el jacinto amanecido
y resguardan la mitad de un cielo cierto.
Al que cubren de oro los trigales
en su sombra y senectud de manantiales.
Alado, la víspera de un día
que en el ala desigual orfebrería
enluta el ala de la brisa cual porfía
que celebro amanecida de la mía
cual mirada que se quiebra y que murmura
en el eco de la sal a tu miel pura
y el declive de las alas vuelo ufano
alado de tu verso, del verano.
Anciano esboce la fragancia de la selva
cual endrina nitidez de tu diadema
en el júbilo anochecer la tibia gema
de tus labios en la hierba de la hierba...
Y el versátil aroma de las luces
que en el alba son los soles de los soles
donde sueles enmendar tibios faroles
anidando en la bruma lentas cruces...
Y entre el alba junto a tea enamorar
el suspiro de la selva que te admira
en el sigilo del alba consumida, pira
que devuelve el sol al despertar.
Y la mañana fresca cae de su simiente
cual bóveda luctuosa en hojarasca
cual asilo de la nieve que se atasca
entre nieves que sofrenan la vertiente
de un álamo de cristal sonriente
entre la espuma del cantar la sobria lluvia
que aclara la mudez de la ferviente
ceniza que se esparce entre la bruma y entre savia;
anhela un llanto más profundo, la acongoja
el fresco salpicar de la mañana
que se hunde en la sílaba y deshoja
el suspiro de su alma cristiana.
Resabia el sudor que lo atempera
cual suspiro de su voz primera,
en el bosque que murmura en su semblante
y el oro tañe a sus espaldas, la maleza
de vertir aciagos rasgos, penetrante
en el celo del rubor de la destreza
que se impropia sus celados arrebatos
cual caudal de los sueños más beatos
en la nieve de las brumas y los soles
donde aclaran los vajeles y crisoles
entre sombras que sopesan la distancia
al eco frenesí de mudas gotas
que rebalsan la marea, rotas
y en las alas del amor, son elegancia.
Hoy a las 12:36 am por kin
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