A medio camino entre el cielo y la tierra se encuentran de repente dos querubines.
Uno le dice a Otro: “¿Y tu para quien trabajas, para Cristo o para el Anticristo?”
Otro contesta: “Para el ejercito revolucionario de Jesús. ¿Y Tú?”
Uno, con semblante paranoide responde: “Yo también. Estoy encargado de hacer comprender el mensaje oculto de las santas escrituras a mis demás hermanos caídos de la gracia de Dios. Mi nombre es Luciferio e imparto luz. ¿Cual es tu nombre?”
“Yo soy el arcángel Miguel, guerrero y primera voz de mando del batallón celestial para servirle.”
Al caminar juntos por largo rato, mirándose de reojo, esperando algún desaire, algún pecadillo menor, Luciferio brinca alarmado al enterarse que Miguel no tiene alas ni espada.
Miguel al ver a Luciferio alterarse le responde: “!Pero tu tampoco llevas cola ni cuernos!”
A medio camino entre el cielo y el infierno, dos querubines yacen difuntos sobre una nube oscura de incertidumbres, con el espíritu perfecto de la época.
Cuando san Pedro abre las puertas del edén, seriamente analiza de pies a cabeza a los dos querubines y, con una malicia casi incomprensible les dice: “¿Y ustedes quienes son?”
Después de oírlos explicarse por largo rato, sin pin ni pon les cerró las puertas en las narices. Mientras se alejaba un poco irritado y confundido, murmuraba en voz alta: “Jesús santo, con tanto loco rondando el mundo ya no se sabe quién es quién.”
Uno le dice a Otro: “¿Y tu para quien trabajas, para Cristo o para el Anticristo?”
Otro contesta: “Para el ejercito revolucionario de Jesús. ¿Y Tú?”
Uno, con semblante paranoide responde: “Yo también. Estoy encargado de hacer comprender el mensaje oculto de las santas escrituras a mis demás hermanos caídos de la gracia de Dios. Mi nombre es Luciferio e imparto luz. ¿Cual es tu nombre?”
“Yo soy el arcángel Miguel, guerrero y primera voz de mando del batallón celestial para servirle.”
Al caminar juntos por largo rato, mirándose de reojo, esperando algún desaire, algún pecadillo menor, Luciferio brinca alarmado al enterarse que Miguel no tiene alas ni espada.
Miguel al ver a Luciferio alterarse le responde: “!Pero tu tampoco llevas cola ni cuernos!”
A medio camino entre el cielo y el infierno, dos querubines yacen difuntos sobre una nube oscura de incertidumbres, con el espíritu perfecto de la época.
Cuando san Pedro abre las puertas del edén, seriamente analiza de pies a cabeza a los dos querubines y, con una malicia casi incomprensible les dice: “¿Y ustedes quienes son?”
Después de oírlos explicarse por largo rato, sin pin ni pon les cerró las puertas en las narices. Mientras se alejaba un poco irritado y confundido, murmuraba en voz alta: “Jesús santo, con tanto loco rondando el mundo ya no se sabe quién es quién.”
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