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EL LLAMADO...
Siempre dudando en oírte;
Quizás por miedo a todo.
A todo aquello que siempre dices…
debe ser que en mis narices,
ya no caben mentiras viles.
Me tiemblan mis manos,
se me corta la voz,
y el llanto se ahoga aquí…
en mi garganta llena de penas,
la cual ya no le cabe, saliva alguna.
¿Por qué la congoja me acompaña?
Acaso busca que te revele la pena,
la cual carga este cariño; Desenamorado,
que ya ha sufrido tanto por tu causa,
y el cual aguarda vencer un día tu recuerdo.
Desearía poder odiarte más que a la muerte,
más que a mi peor enemigo,
más que a mis deseos de estar contigo,
más que a mi esperanza absurda,
que tú algún día, seas un ser humano.
Siempre dudando en oírte;
Quizás por miedo a todo,
a todo aquello que siempre dices…
debe ser que en mis narices,
ya no caben mentiras viles.
Mejor me animo y agarro de una vez,
el aparato que esconde tu voz del otro lado,
y así termino de una vez con esta intriga,
que no será vencida, hasta oír tus ironías,
concluidas en mentiras, menos creíbles que tu sonrisa.
Hoy solo mi pena se pregunta;
Que hago aguardando reacción de tu lado?
Un mínimo de sentido humanitario!
La posibilidad de verte producir algo por otro!
y no esperar trueque alguno del otro lado.
Cuando dejare de sentirte así en mi pecho?
Acaso no me alcanza lo sufrido?
Será que me aguarda más rencor de tu lado?
Posiblemente la cereza de tu odio esté viniendo?
Y entonces que hago, tan solo espero?
O me callo y te escucho desde este lado,
quizás hayas mejorado en tu vocabulario,
Y lo que me digas sea algo digno.
Pobre de mí que aún confió,
Mejor te llamo y aquí termino…
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