Era el camino que perdía la noche. Llamando en subtítulos de colores los oscuros trazos de mi plenitud, observaba la cumbre que enlutaba mi semblante en el corazón difuminado
de los cauces del alba.
Ella se sentó, y su silueta oscurecía.
Los trazos de su mirada se volaban partiendo del mismo cauce.
Sus ojos vigilaban mi desierto, invocando en plurales notas los efímeros trazos de voluntad perdida en el pasado, invocando la secuencia perdida de la soledad.
Mujer... : Te nombro y te sonrío. Enrojeciendo mi interior en notas dispuestas a partir, a salir en inmaculados besos de amparo, en la alegría conforme a tu distancia.
Plenitud dormida en el ocaso.
Gaviota de nube, de ancla perdida.
Tu cintura es el cauce perdido que en primavera nace. Tus pies descalzos en la arena descubren mi profunda pesadez, y se acercan renovando el camino, hasta que en la luz
del Sol nazco en la presencia de Dios, perteneciendo a tus manos, a tus corales rotos que sueñan y se dispersan y se renuevan como las constelaciones del mar, hasta los cielos.
Infundo tu nombre en el viento y tu semblante claro se aprisiona en mi juventud.
Las castas notas primaverales envuelven el aire, y las cumbres de las llanuras renuevan el verde y se deslizan en ti.
Tus pies se pierden en la lluvia, y descalzo, mis manos encuentran tus manos equidistando tu boca, tus labios y mi beso de relámpago traslúcido.
La luna envuelve y connota los epígrafes somnolientos de la Primavera, aventurando la noche en tu regazo, el sueño comestible de amparos milagrosos; universos detallando la luna en la brillante Luna de cráteres de amor.
Tus piernas en la noche danzan un vals en la lluvia, nuestros cuerpos, galápagos de agua
se revisten en la vaina de la luna y del agua, viajan en la profunda noche, descubriéndose.
En esta lluvia encandilada, someramente mis manos te acarician, busco la presencia de tu cuerpo, donde deslizándonos nuestro encuentro provoca el resplandor de plata en la silueta de la luna, atravesando nuestro sendero.
Baile que continúa y se pierde a través de la noche, y resucita los amaneceres bebidos de los capullos, y la cintura del poniente recobra las estrellas que descubren la aurora.
Envuelto en ti, oh primavera de mujer, compañera, estrella fundida en el trazo de la noche,
fugaz estrella que ha caído en mí, en esta tierra;
como una palma en la mano el rostro de mi pecho te sostiene, en la cumbre remota del firmamento que luces, soñándome,
caravana de sueños
en las luces del alba.
Tus pasos me siguen, continuando este hechizo de pasión y eco de la madrugada
donde la huella de la noche se apremia a nuestro encuentro, convidando las nubes el cuadro de las estrellas, en la playa de la memoria donde el mar renace, y las olas renacen,
aguardando el claro cinturón a través de los campos, y las espigas de sueño.
de los cauces del alba.
Ella se sentó, y su silueta oscurecía.
Los trazos de su mirada se volaban partiendo del mismo cauce.
Sus ojos vigilaban mi desierto, invocando en plurales notas los efímeros trazos de voluntad perdida en el pasado, invocando la secuencia perdida de la soledad.
Mujer... : Te nombro y te sonrío. Enrojeciendo mi interior en notas dispuestas a partir, a salir en inmaculados besos de amparo, en la alegría conforme a tu distancia.
Plenitud dormida en el ocaso.
Gaviota de nube, de ancla perdida.
Tu cintura es el cauce perdido que en primavera nace. Tus pies descalzos en la arena descubren mi profunda pesadez, y se acercan renovando el camino, hasta que en la luz
del Sol nazco en la presencia de Dios, perteneciendo a tus manos, a tus corales rotos que sueñan y se dispersan y se renuevan como las constelaciones del mar, hasta los cielos.
Infundo tu nombre en el viento y tu semblante claro se aprisiona en mi juventud.
Las castas notas primaverales envuelven el aire, y las cumbres de las llanuras renuevan el verde y se deslizan en ti.
Tus pies se pierden en la lluvia, y descalzo, mis manos encuentran tus manos equidistando tu boca, tus labios y mi beso de relámpago traslúcido.
La luna envuelve y connota los epígrafes somnolientos de la Primavera, aventurando la noche en tu regazo, el sueño comestible de amparos milagrosos; universos detallando la luna en la brillante Luna de cráteres de amor.
Tus piernas en la noche danzan un vals en la lluvia, nuestros cuerpos, galápagos de agua
se revisten en la vaina de la luna y del agua, viajan en la profunda noche, descubriéndose.
En esta lluvia encandilada, someramente mis manos te acarician, busco la presencia de tu cuerpo, donde deslizándonos nuestro encuentro provoca el resplandor de plata en la silueta de la luna, atravesando nuestro sendero.
Baile que continúa y se pierde a través de la noche, y resucita los amaneceres bebidos de los capullos, y la cintura del poniente recobra las estrellas que descubren la aurora.
Envuelto en ti, oh primavera de mujer, compañera, estrella fundida en el trazo de la noche,
fugaz estrella que ha caído en mí, en esta tierra;
como una palma en la mano el rostro de mi pecho te sostiene, en la cumbre remota del firmamento que luces, soñándome,
caravana de sueños
en las luces del alba.
Tus pasos me siguen, continuando este hechizo de pasión y eco de la madrugada
donde la huella de la noche se apremia a nuestro encuentro, convidando las nubes el cuadro de las estrellas, en la playa de la memoria donde el mar renace, y las olas renacen,
aguardando el claro cinturón a través de los campos, y las espigas de sueño.
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