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por Amargos claveles en un pastizal, endulzan mi silencio
ecos de un salado llanto que perfuma los soplidos
de un menudo cauce que impregna los sentidos
y acompasa la bruma de mi andar, lo que sentencio
como vísperas de aves y de olivos naturales
sobre el alba sedarán canto su abrigo
pues me añade la alborada entre éstos matorrales
seré y seré siempre su amigo.
Dulzura que tuesta los confines
de parcelas donde escombros no analizan
lo perdido de la noche y luna afines
llanto que mueve las distancias que realizan.
Mis alas duelen en esta cosmogonía deslizada
por el vuelo de una golondrina enamorada
y hasta que se pierde en el ocaso no es la bruma
la que inmersa en mi dominio no me abruma…
Pues las alas de una lenta paz celeste
son intrépidas pisadas al oeste
velamen que se enjuta en cierzos reclinados
sobre un telón de morados relámpagos.
Y sin el alba que protege tu blancura
nieve no era, era tu cintura
la despierta aparición del frío en tu blancura
como nieva en el ardor de los aplausos la cultura.
De dorados intentos siempre nace el sol
cavilando por lo bajo su tenue melancolía
y, aunque anochecidos, en la luna me perdía
arribaba hasta tu vientre la lealtad de mi arrebol;
bosques en el alba y en la siembra de los días
vituperaban el silencio de la sal que no perdía
aliento que sin voz mi murmullo sostenías,
la elocuencia de mi Sol que en la Luna siempre ardía.
Por eso mi bajel se sostiene en la mirada
de los Alpes del silencio acrisolando
el encierro de mi pluma atesorada
en la ciénaga del mar de mi mirada.
Entre su espanto, el dosel de hilos y astillas
sonará en mis oídos como brasas
y a mi hermano entre ciertas arcillas
a mi hermano tú también lo abrazas.
Pluma embaída, y llanto proceloso
recibe del silencio su silencio nemoroso.
ecos de un salado llanto que perfuma los soplidos
de un menudo cauce que impregna los sentidos
y acompasa la bruma de mi andar, lo que sentencio
como vísperas de aves y de olivos naturales
sobre el alba sedarán canto su abrigo
pues me añade la alborada entre éstos matorrales
seré y seré siempre su amigo.
Dulzura que tuesta los confines
de parcelas donde escombros no analizan
lo perdido de la noche y luna afines
llanto que mueve las distancias que realizan.
Mis alas duelen en esta cosmogonía deslizada
por el vuelo de una golondrina enamorada
y hasta que se pierde en el ocaso no es la bruma
la que inmersa en mi dominio no me abruma…
Pues las alas de una lenta paz celeste
son intrépidas pisadas al oeste
velamen que se enjuta en cierzos reclinados
sobre un telón de morados relámpagos.
Y sin el alba que protege tu blancura
nieve no era, era tu cintura
la despierta aparición del frío en tu blancura
como nieva en el ardor de los aplausos la cultura.
De dorados intentos siempre nace el sol
cavilando por lo bajo su tenue melancolía
y, aunque anochecidos, en la luna me perdía
arribaba hasta tu vientre la lealtad de mi arrebol;
bosques en el alba y en la siembra de los días
vituperaban el silencio de la sal que no perdía
aliento que sin voz mi murmullo sostenías,
la elocuencia de mi Sol que en la Luna siempre ardía.
Por eso mi bajel se sostiene en la mirada
de los Alpes del silencio acrisolando
el encierro de mi pluma atesorada
en la ciénaga del mar de mi mirada.
Entre su espanto, el dosel de hilos y astillas
sonará en mis oídos como brasas
y a mi hermano entre ciertas arcillas
a mi hermano tú también lo abrazas.
Pluma embaída, y llanto proceloso
recibe del silencio su silencio nemoroso.
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