Yo hablo de mi dolor
porque es de lo único que puedo hablar
y no puedo hacerlo de otros dolores
de los otros y sus entrañas
de los otros y sus pérdidas
de los otros y sus desapariciones
de los otros y la puta muerte
de los otros que están por llegar
de los otros que siguen llegando
de los otros y los otros y los otros.
Yo hablo del sabor de boca que me deja
porque es de lo único que soy consciente
y el vaho espantoso que tiene
porque no puedo hablar del sabor de otros,
sólo veo sus bocas desdibujadas
las cicatrices de las experiencias
cómo te cobra al contado en el cuerpo
tal si fueses molido a látigo, lapidado,
colgado, puesto en submarino seco,
revivido y vuelto al dolor que es diferente
pero siempre el mismo.
Yo hablo del espacio entre dolor y dolor,
ese intersticio de descanso
ese fin de semana largo
esa siesta imprevista
que viene con todos los adornos
a amortiguarte un poco nomás,
esa semirecta de la historia
que muchos llaman felicidad
y que cuesta más que lo que te deja
si te lo piensas bien
al fin de cuentas.
Yo hablo de que soy un atleta
cuya especialidad es la resistencia.
Miro el horizonte y sigo y sigo
buscando el cartel de llegada
así como un loco corro y corro:
voy pasando a algunos
y otros me pasan
porque somos protagonistas.
En cambio muchos nos ven
desde los tristes costados de la vida
sin nada más que aplaudir y alentar
y me vuelve a doler eso,
el sólo hecho de pensar qué cuernos hacen
que no corren hacia algún lugar
y se dejan estar ahí, domesticados,
como vencidos autómatas humanos
mientras los voy dejando atrás con sus sombras
les grito, les advierto pero siguen aplaudiendo,
creen que les agradezco, los muy ignorantes.
Qué tristeza.
Yo hablo de mi dolor
que es apenas una gota
en el inmenso mar de dolores
aquí y en el culo del mundo
segundo por segundo
un inmenso mar de dolores.
Me duelen las piernas, los pies,
se me deshacen las caderas corriendo
con gotones de agua por la frente que se escurren
estoy empapado y acalambrado,
pero trato de salir de aquí hacia alguna parte
junto con estos que corren también.
Pago con dolor y al menos vivo
al menos amo
al menos canto
al menos sudo bajo el sol
al menos puteo con cierta autoridad
esa que te da el cansancio
de pensar ya casi opacamente y sostenerse
sólo para llegar como sea y entonces
la música, el banquete, el descanso
sin querer ninguna medalla
y creer que todo esto es un mal sueño
un falso dolor de estómago,
una borrachera de aire contaminado
una ilusión de mono bajado del árbol a pedradas.
Mi dolor es una gota anónima
que va diluirse en el mar de los otros
sus dolores compañeros
sin pedir clemencia
sin rendirse
sin abdicar
calladito y sin chistar
justo y como debe ser:
yo hablo de mi dolor,
un dolor justo como el tuyo,
un dolor hermano.
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