Desahogo y de pie

Desahogo y de pie

Estoy cansado de sueños que no recuerdo cuando me despierto,
de días que no sé para qué sirven,
de calles en que anduve sin llegar a parte alguna,
de cansarme no más sin saber de qué me quejo,
de decirle que aquí estoy, pese a las guerras cotidianas.
Estoy cansado de un mundo que no espera,
que consume lo que no protege, que se acuesta
en el filo de un cuchillo ya oxidado,
que despierta hecho una flor que se deshoja,
que, también ya cansado, sólo se encoje de hombros
y no mira para atrás, por no aprender de sus errores,
y no mira hacia adelante, porque teme que adelante ya no quede nada.
Estoy cansado de cansarme, pero lucho,
conservo la equidad del horizonte al desangrarme,
la fe de un porvenir menos violento que la muerte,
de un tiempo en que llorar hasta que la tierra, dura y seca, fructifique,
de un gesto en que encontrar el gesto ajeno que preciso
y que me busca a mi también, pues nada somos cuando solos somos.
Estoy cansado, pero el mar me da paciencia,
el aire, libertad, la luna, un sueño,
las manos de mi hermano me dan fuerzas,
aún cuando estén lejos, tan sólo porque sudan
y saben estrechar al que no pide más que un sitio en la faena,
tan sólo porque empuñan su dolor para enfrentarlo
y acaban muchas veces en la más tierna caricia,
aquella que sé dar cuando hace falta
y aún cuando no falta, como obsequio,
tal cual la recibí ya muchas veces en la gris batalla,
tal cual como arderá en esta bella tierra, apenas amanezca.
Estoy cansado, pero aquí, entre nosotros, con ustedes,
sé que podremos descansar cuando ya todo esté resuelto,
o al menos cuando al volver, en casa, junto al fuego,
podamos encontrar un rumbo al regresar del laberinto.

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16 02 15