Estremecida la noche abrevia la sustancia de su sueño,
entretejida por los álabes del viento, presagiable,
y escribe con mi vida los silencios
de tu alma.
De cuando en cuando tu luz abre bahías
que discurren el alba
sobre el ocaso de la luna.
Tu mano esconde en la sábana del cielo
el negro resplandor de tus pupilas.
En la luz olvidas tus palabras
besando el horizonte con sus ruidos.
El cuerpo de tu voz
da el alba sobre sombra,
y atardece en tu rostro mi semblante
como una nívea tez que aclara lo distante.
De luna es la caravana de tus piernas
besando el oleaje en el suelo de mis sueños,
hojas que juegan, geómetras alados,
estriban mi mirada, como la sombra sobre nieve.
Recorres el alud
que hace predecible la distancia,
las llaves de tu aroma deslizan el tiempo
y lo transforman.
De tu vuelo laten las alondras primaveras,
estremeciendo la noche la distancia con que formas
el desvelo;
trazo agudo sobre la vertiente de mi canto
el estelar acople del murmullo de tu llanto.
Besas el horizonte con tu ausencia
trazando ágatas en el latido de tu nombre,
y socavas la melancolía de mis noches:
el ocaso púrpura tras los luceros semiabiertos.
Formas la luna,
descubres la nieve en mi lamento
como una caravana que recubre el horizonte.
Con artísticos claveles mi mirada se desvela,
aprisionando las uvas de tu corazón,
despertar enamorado.
Naces, y de ti la lluvia canta
como un atavío
de mis noches anheladas,
canta como un vuelo sagaz y taciturno,
esbelto cuello que
promete la iluminada sombra,
que sostiene mi semblante
bajo el sueño.
Hecho trizas mi corazón destella
y se completa
como una bebedora zebra
decidiendo su destino.
Como una flecha, volando, en el vuelo
hasta su centro preciso,
recobro el aliento en tus fauces de hembra.
Persigo mi canto en tu mirada
que zozobra en mi mitad.
Como un equipaje de alas nuevas
tu voz
estremece mi canto.
Como la letra,
que según la tinta del ánimo
cambia,
con cada pequeño cambio
su espesura y su forma,
así resplandeces.
Te he visto. He visto tu mirada taciturna,
tu sombría claridad agonizante,
tu esbelto trazo de palabras zozobrantes
que trepan como hiedras por las montañas
de mis ojos.
Tu esbelto cuello,
tu cabello zigzagueante,
tus ávidos revoques de paloma,
tus hombros que laten por tu sombra,
tus pechos que dibujan la maternal infancia,
enredadera de mi alma,
y el vértigo de tu vientre sobre tus muslos
de nieve,
así dibujo la dorsal melancolía
de mis noches
por ti sepultando ocasos.
Redobles oscuros se convierten en albas.
La claridad se forma con tus ojos
como la blancura desviste amaneceres.
Bajo tus hondos silencios de espesura ávida,
las tizas envuelven la nieve de mis
pensamientos,
y su láctea tez deshabita las sombras
estrellando pizarras de noches diluidas.
¡Canto con tu soledad!
El incipiente resguardo de la noche cálida
se esfuma
bajo el colapso misterioso de alas
derruidas.
Y la gravedad de mi cuerpo crece
sobre el volátil insomnio
que recuesta el alba.
Como un niño, me enamoré de tus
ojos
que bifurcaban el cielo de una
habitación agotada de recuerdos
pasajeros.
Así la noche enaltece mi canto,
construyendo un sendero sobre tus
mares calmos.
Eres Flor,
flor de ocaso,
flor ardiente,
tus labios muerden mi delirio
como una aurora de nieve.
Tus manos esconden
el perfume que en tus alas llueve,
pintando de tizas mi rostro
descifrando tu misterio
bajo tus mejillas puras.
Tu rostro invade una canción oculta,
sobre mis manos nacen
eclipses de plata,
para pintar un abanico de lluvia
sobre tu camino de hierba.
Tus muslos descienden
sobre la nívea forma
de nodrizas cautivas
hasta tus piernas de seda
que transforman la brisa
de tus pies
descalzos.
Tus cabellos libres
desenredan la noche,
y tus ojos se posan
en mi canción oculta,
la nieve desviste tu pecho,
dos tibias lunas
sobre tu vientre de nube.
Tu voz se viste de silencio
sobre la cortina de mi alma
y el perfume oceánico de tu pelo
desciende sobre mis alas rotas.
Cautivo de este amor,
tan sólo canto
a tu presencia remota
como la lluvia en el campo,
como la tempestad
de mi alma.
Encuentro en la brisa
tu canción de sirena.
Una pena se adueña de mi vuelo
soñado.
Tus alas nacen
sobre la selva del alba.
Mi mano teje un ábaco
de sol
sobre tu mano de sombra.
Glaciar de tristes besos
en la huella que huye
pintando la mañana.
Deslumbras
tu solitario
giro en las estrellas,
como el arribo
de la forma
que desata
tu mirada.
Alas de viento,
en púrpura amanece
tu semblante que cabalga por las veces
que recorre el alba las distancias de la nieve.
Tu cauce
es purpúreo resplandor
acelerado,
como alas que en las voces del alma
dan su júbilo y fervor
y en voces tiernas
rupturan el aljibe que en su níveo resplandor
esconde la vertiente
que asoma desde el agua.
El alba se confunde en tu mirada
como el haz de luna
que recorre el firmamento de tus labios.
Y en la siembra de tu blanco resplandor
el áurea nívea de tu voz
despierta un tibio aroma dulce:
navega por mis alas la laguna
de tu sombra,
la luna engendra
dos mitades
en una.
A la espera de tu rosa
de viento,
medité el aroma de su cauce sangriento,
estela que converge en mi latir primario
desnudo su vuelo de precoz incendio.
Navego en el viento
y en tu lecho alzado
bebo la copa de tu lunar hambriento.
Desliz de blanca primavera
su alcoba sincera
en la tenaz aurora.
Brilla mi espejo en el lucero incierto,
tu unánime vela
de silencio único.
Estrechas tu voz
y recibes mi templanza,
torcaza herida
por el mar revuelto.
Ansío esperar tu rosa
dividiendo,
el latir de la promesa del viento.
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