Décimas por las mujeres
Yo siento que muchas, muchas
mal viven del poco, poco,
y que es tildado de loco
su canto de lucha y luchas.
Y siento que en sus babuchas
del vivir todo se juega,
que la vida es eso: entrega
y la explosión verse plenos
y que las que tienen senos
son más que aquel que las niega.
Mujeres, pues, yo les canto,
no solo por la que tuvo
mi origen y me sostuvo
en su vientre sin quebranto.
También porque sin su encanto
la vida sería triste,
son lo más digno que existe
desde la Eva a mi Violeta,
sin ustedes no hay planeta
ni en él amor que resiste.
Dan a luz, nos amamantan,
siembran la tierra y la usina,
no queda atrás la vecina,
porque en su fe la levantan.
Más que los hombres aguantan,
pues no reciben lo mismo,
los pillos con su egoísmo
las tratan de minoría,
¿quien de su madre diría
que menos vale su altruismo?
Y, es obvio, no son iguales,
no es cosa de disfrazarlas,
sino más bien de apreciarlas
por sus dones y caudales.
No sólo por maternales,
más bien por ser compañeras
de los puertos, de las eras
y de la ciudad sin nombre,
la igualdad no es con los hombres,
es con sus propias quimeras.
Por eso les digo y digo
que hay que amar a las mujeres,
mitad de una de ellas tú eres,
la otra mitad es testigo.
Por eso aquí las bendigo,
cuenten conmigo en la calle,
en la fábrica, en el valle
y en su lucha sostenida
por volver digna la vida,
donde cada mujer se halle
06 04 12
Yo siento que muchas, muchas
mal viven del poco, poco,
y que es tildado de loco
su canto de lucha y luchas.
Y siento que en sus babuchas
del vivir todo se juega,
que la vida es eso: entrega
y la explosión verse plenos
y que las que tienen senos
son más que aquel que las niega.
Mujeres, pues, yo les canto,
no solo por la que tuvo
mi origen y me sostuvo
en su vientre sin quebranto.
También porque sin su encanto
la vida sería triste,
son lo más digno que existe
desde la Eva a mi Violeta,
sin ustedes no hay planeta
ni en él amor que resiste.
Dan a luz, nos amamantan,
siembran la tierra y la usina,
no queda atrás la vecina,
porque en su fe la levantan.
Más que los hombres aguantan,
pues no reciben lo mismo,
los pillos con su egoísmo
las tratan de minoría,
¿quien de su madre diría
que menos vale su altruismo?
Y, es obvio, no son iguales,
no es cosa de disfrazarlas,
sino más bien de apreciarlas
por sus dones y caudales.
No sólo por maternales,
más bien por ser compañeras
de los puertos, de las eras
y de la ciudad sin nombre,
la igualdad no es con los hombres,
es con sus propias quimeras.
Por eso les digo y digo
que hay que amar a las mujeres,
mitad de una de ellas tú eres,
la otra mitad es testigo.
Por eso aquí las bendigo,
cuenten conmigo en la calle,
en la fábrica, en el valle
y en su lucha sostenida
por volver digna la vida,
donde cada mujer se halle
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