[center] Ser, sólo ser, serlo, saberse.
Enterarse, darse al tanto, entenderse y ser,
y seguir siendo sin importar si esa es la cuestión de un inglés maricón
“ser o no ser… chingao con la cuestión”
Ser un escriba no se trata de un mal entorno trigarante, renegando del oro del maíz
ni hacerse conocer con el fulgor de la nueva piel mestiza,
o el lujo de una visa poseer ni que el green de una card sea lo que nos haga feliz
sin penar que sólo seríamos juglares sin voz en la nueva España que agoniza.
Es serlo o no.
Es entonarlo o no.
Es danzarlo en las ciudades en ruinas donde nace el sol y la luna
cuando los atardeceres se dilatan entre los bloques.
Dormitarlo entre las costas del golfo con sus dunas de sepias páginas
hasta llover húmedo entre las nubes de las sierras sobre sus altos y finos bosques.
Serlo, es estar inscrito en las chinampas adornadas de flores
es rebozar en el rostro de una Tehuana de ojos eternos.
Conseguirnos visualizar entre todos los flancos de la tierra y hasta sus bordes
de lado a lado, de la siembra, sobre el letargo del bostezo con herbal aroma que uno suspira con deseo.
Es ser…ser… Tlacuilits cohox-camec… ser…
Es gritarte ya, ser libre, sin el bigote de macho que nos enclaustra y nos deja de la sabiduría distantes
es de escupir el arquetipo estúpido de Pedro Infante que no tiene nada de hombre porque orinaba sentado.
Es que somos destellos, hermanos sin sexo, amantes de mujeres que lucharon sin agravio;
de Leona Vicario, de la Corregidora, de la fuerza de Enedina López en el fuerte al frente y en pie de guerra
y a todos los que somos hijos de la Carambada, de la doña Serdán, revolución hasta en las enaguas,
de los acupes del norte de Morelos; batallón de rebozos, sónica armada de Marías con escuadra y sentimientos bellos.
No está si quiera para ponerse a pensar, dudar, porque es igual decir; pambazo que torta ahogada o guajolote.
Desplante de sonoras campanas del indio que escucha la poesía del ajolote que yace sin pena
postrado sobre los campos llenos, donde las manos moldean a un hombre con fuerza que nunca se desplomó
me veo en él, y entre el son tan alto del moncayo, del inefable zapateo del huapango
que jamás es de soslayo.
¡Es que yo soy, yo me veo, yo me deslizo, es que yo soy, sí soy!
Me veo en el danzón de las plazas con los atardeceres que duelen
en los ayeres del tíbiri tábara tum de Tin-Tán, me veo ahí, con la vestimenta de pachuco
con los zapatos blanco y negro todo un yin-yang.
Me veo, me reflejo en el primer lucero, santo mercurio, mejor, la estela sacra de Kukulkán
fiel amuleto de la reencarnación de todo el poeta que se diga hijo del Mictlan, nacido en Camaxtli,
entre los brazos de los Ajawab que me criaron el sendero turbio del Mitnal, hacia el Xibalba.
Con la abuela Xmucané, y el primer hombre de maíz en el corazón del viento Jurakán,
donde mis gritos se forman de tres cielos, donde los poemas que clamo son tres destellos,
del Raxa, del Chipi y el Xo Caculjá.
Soy el arribo de los magnetos cósmicos que divagan entre las escamas de Mixcoatl
el coro divino en una mañana de cacao del Quetzal que sueña.
El aroma de la pradera de tu vientre mujer, a comino y epazote en vapor que el alma roba
sobre la fertilidad donde se adentran mis semillas en tus planicies,
azabache indomable mi bella huasteca de piel sureña.
Ser uno, un poeta de estos te hace recorrer la ruta a cuestas de la serpiente emplumada en el campo santo,
ciudad de los dioses, y caer en picado sin poses ni miedo pero con valentía en la quebrada.
Sonar la mouser al aire por las chuladas del quiosco, de las Adelitas con rebozo de casque
y el cáñamo con el que desfilan, el rico curado de piñón vertido en el jarro de barro,
que se bebe más sabroso en la faldas de la esquina, de las cantinas,
de las mejores que están tan sólo en ella, en la esquina.
Soy el Zafio Huiché que le mamó las grandes proas de pezones rosados a la Niña
el que le dio sin parar a la popa –o pompas- de la Santa María
y el que terminó sobre las duelas de la Pinta y le dejó sus maderas corroídas.
El que le dijo a Colón -pícatelo tú, que lo tienes tan grande ¡qué puto mundo cuadrado
ni que las Indias con sus yangs menguantes!- eso es serlo… ser.
Soy el gruñir indígena de armas tomar
es de y en contra de las once ramas que desarrolló el barroco
no son más que once rameras, cruel del viejo continente insignia
sobre el burdel y la cagada mentira del párroco.
Con el zarape en las laderas de la selva
en el observatorio de Xcaret, de las ciénagas en cuatro con su eterna naturaleza
o la frescura de un mural de Siqueiros, lleno de colores, dotado de poder.
Eso, eso es ser, es serlo, eso es ser un poeta, uno mexicano.
Es el trigo y su llanto sobre los pies desnudos de un Yaki en lo alto de sus valles, en las aceras de hierba
es ser el ruletero de parla amena con auge de tour turístico.
Es la riata del charro con el paso de la muerte que acecha
o el peyote en el desierto del real catorceavo tan místico.
Es ser el espíritu que se alberga en las porciones del recuerdo en un altar de muertos
es el papel picado con la catrina, el pan, la flor de veinte pétalos Cempoalxochitl
el cobijo del dios Sol sobre el templo de los guerreros, la mirada solar del resurgir de Chac-Mol,
el embrujo de las plantas o lo enérgico de la quimeras, del hierbero de Catemaco con su siempre conjuro útil.
Tenerte en la mira como insurgente te convierte
gritar por la tierra y la libertad, te hará
morir de ella y no de amor, es el motivo
y tener como credo el cielito lindo… el edicto.
Eso es ser un poeta Mexica… tlacuilits ixco huitziczilicztla.
Es vernos entre las alas del Cenzontle, entre la textura del maíz quebrado
beber el viento en la cúspide sobre Toluca y su nevado
las estrellas fijas que mira la cabeza olmeca con ojos desorbitados.
Sentirte el jinete que cabalga y que vaga solito en el mundo buscando la muerte
lo vital del jarrón lleno de tequila del viejo José Alfredo.
El relinchar de un caballo domec en el lienzo charro con aplausos fuertes
gritar; ¡qué rico el mambo! de Don Dámaso Pérez Prado y con los pies causar revuelo.
Serlo es susurrarle Niztimazotla a la Xuitla maya con piel de atardecer
el color del agave en los ojos de los niños rancheros que corren entre los matorrales.
Los ladridos del Xoloscuincle guiándonos sobre el inframundo para no sólo perecer
con el rico sabor del mole, y la puta poesía de un Híbrido poeta de los arrabales.
Soy, soy yo el llanto del bolero, las lágrimas de la paracho de Chamín Correa
lo gélido de las momias sobre las luces tiernas del Cervantino sin final.
El sheriff recio que ronda las cañadas guiado por su corcel hábil cuando arrea
por eso soy poeta, soy un tlacuilo, soy además un Híbrido con zarape y sombrero revolucionario sentado
y borracho, ebrio o pedo bajo un nopal, que resguarda la aridez de mis montes.
¿Entonces, sí lo soy? ¿Sí lo seré?
Lo seré cuando me refleje en las malvas de la lacandona
entre las lluvias del gran Tlaloc que bajan de los cerros adornando las cruces de sus puntas.
En el huerto con verduras nacidas con la fe que a mi pueblo no abandona
los demonios entre las cuevas que azotan las paredes del tiempo entre las grutas.
Me veré sobre el vestigio de mis raíces Maya y Huichol que me heredó mi madre, y a ella mí abuelo
volveré en el quinto sol cual jaguar que mengua sobre el calendario azteca puesto como escudo.
Saldré entre las tabernas con la valentía de Gabino Barrera con el coraje y de mi cabañuela dueño
con las espuelas plateadas de este tesoro milenario que aún Santana
-nuestro mejor vendedor- acabarse no pudo.
Soy el bronco Ocelotl de las selvas llenas de susurros
el chipote chillón del chapulín colorado, rojón,
soy el machín huerco que no se raja a trompetearse con burros
porque que amarillo no me pongo, amarillo es mi color.
Estoy efímero en las cartas de azar de la lotería
qué sería de mí sin un buen goce con los frutos del mezquite, dulce garambullo
me encarno en la hélices del rehilete que da giros de alegría
estoy expuesto sobre el penacho de Moctezuma, pues soy las plumas del águila que resopla el murmullo;
de las eras, de los códices, del folclor que nos florece, el respeto por los próceres que lucharon por la nación.
Hasta que me refleje en el lago de Tenochtitlán
en el letargo donde las rimas jamás dejarán de latir
como las fumarolas que con Don Goyo el Popocatépetl me pongo a fumar
y ya entrada la noche a la mujer dormida la hago gemir.
Pues ella; deja que salga la luna… deja que se meta el Sol
ella deja que caiga la noche… para que empiecen mis versos.
Serlo representa más que gritar gol… serlo… en verdad serlo.
Es más que la gloria o la decapitación de los guerreros que jugaron Pok Ta Pok
mortal juego de pelota que ofrenda el misticismo de un dios.
Entre el aguardiente me veré citado
correré entre los laureles de la parcela de los Ñañus en la puerta del cielo.
Serlo me convertirá en la bestia Tzucam de los cenotes que recia en turbios manantiales precipitado
cuando el jarocho de la comarca pesque un lucero y no peces sin atareo.
Porque saldrá con gusto por las estrellas del firmamento
tan grandes y brillantes luces
es el poema eterno y venidero, el de la azucena bella del que todos tenemos conocimiento
es el son del amor, de la noche que embriaga con sus versos dulces, malagueña salerosa.
Seré el canto de un arpa
el crujir de la yunta
el cascabeleo cuando el campesino sale a cegar la huerta en las madrugadas
los cactus luminosos en los senderos que se trasladan en arco iris eternos en la zona del silencio;
donde no se escucha nada
donde no se puede ser frío
cuando se desea decir todo
con el café de olla como cobijo.
Poeta, ser un poeta… debe de ser bellísimo, pero uno mexicano… debe de ser fatal.
Claro que la poesía se entonará cuando los abuelos lancen el trompo
y resople sobre las paredes de adobe en las aldeas de los Rarámures.
El aposento sagrado de los Xamues entre las hojas de acero del maguey.
Seré cuando el indio muere y el tecolote canta los rumores
al alba de los girasoles póstumos sobre la península llena de bombas yucatecas de mujeres bellas
diciéndomelas al oído porque yo sigo siendo el rey.
Porque soy la rima de los ronquidos de un vagabundo borrachín en el zócalo
tirado a medio día, con completa muerte de sol a sol, sin zarape ni sombrero
y con las botas sucias del vaquero que cambió las montana de yute por industriales pues es ahora jornalero.
Que me vea, hasta que me vea colmado en el ensordecedor graznido de las matracas que engolan el rodeo,
entre el aguacate, y mis huevos, y mis ovarios y mi chilanguez tan ñera.
Soy la treta lirica del marchante en el mercado de la merced que negocia los tamales
hechos con carne de maridos infieles -si es que es la misma tamalera asesina- dándole paso al regateo,
el pan de pulque tan rico y madrugal en las orillas de las cascadas del ojo zarco
que en las sierras pestañea con olor a carne seca u olor a cecina.
Soy la poesía que le chorrea a la puta del río, de Sullivan o de la zona rosa
soy un verso maldito de la gran poetiza de Tacubaya -que ahí se dan las mejores-
soy el sonido del grito Hidalguense llamando a las armas con palabra prodigiosa
el panteón en un día de muertos lleno de flores.
Estoy en la sátira de ver a la muerte como una ladina y cariñosa amante
de gritarle floja, muerte gorda, muerte vanidosa, muerte coqueta, muerte coja, muerte loca,
muerte puta, muerte fofa, catrina docente del diezmo carnal… de mi hombría te cuelgas osada
catrina en la pasarela de verano a colerizada… catrina, vieja golfa amante de Guadalupe Posadas
Soy el agrio tomate, el tronar los suelos con la danza de los viejitos.
El volador de Papantla nada cobarde y el torito incendiado de cuetes en los pueblitos.
Soy el sombrerudo que jamás falta en las calles, soy la clásica mordida a los policías.
El caballito de tequila con limón y en los hombros las sales
o el credo en las cantinas “la última y nos vamos… salucita”
Poesía, poesía india, eso soy, eso es ser poeta.
Ser Frida y sus peinados y sus piernas y la poliomielitis
lo grande de Rivera con sus infieles y certeros trazos al lienzo.
Soy la máscara del Santo, y el pantalón bajo de Cantinflas; “ándale chato… es la vestimenta y no mi artritis”
el granicero cortando en dos a la serpiente de agua que yace en el cielo,
y nos cae como rocío, sus escamas nos están lloviendo.
Soy el difícil tino del balero en las plazas de cualquier centro
lo ávido del periquillo aquel tan escurridizo Sarmiento.
Poetiza: “Yo no soy marinero soy capitán -pero por ti mi poetiza de santa fé- por ti seré tu perro,
por ti seré, por ti seré…bamba, bamba” poetiza que por ti será edicto.
Soy un poeta, un hombre mitad bestia, un Híbrido, mitad algo mitad nada
pero puede que como un alebrije se me tome en cuenta.
La frescura y ricura de una picosa salsa
la velocidad contagiosa de una jarana con fugaz alma.
Soy el grupero bailando hasta morir, el norteño que cabalga el cerro de la silla
la mirada hacia el cosmos de los Atlantes que ven eras ir y venir
el perfume del alfarero Chichimeca amo y señor de la arcilla.
Es ser más que treinta y tantas entidades
la calada de marihuana en el palpitar de María Sabina.
Las almas de los Tijuy robadas por los tecomates
el valiente de la feria de San Marcos con la pólvora a tope de la carabina, y su gallo copetón.
Navegaré por las alas del ave que amó Netzahualcóyotl
la belleza que se le heredó a Sor Juana
un ánima del ejercito de Xólotl
y el ¡ajuuuuua! que se grita cuando se tiene encima una caguama.
Quiero ser, serlo, ser la miel al ocaso
de la lluvia de monarcas mariposas labradas en el desplante,
de un cielo rojo, cuando al mariachi sombras de duda y celos
que sólo lo envuelven pensándote.
Poeta tricolor.
De tunas tuneros y tunantes.
Soy el alumno más fiel del que no moría de amor
del dios Don Jaime Sabines que a las putas canonizó
el heredero de Francisco Cervantes con su verde-amarella y el fado carnavaleo que amó.
Yo le entrego esta Paz siendo versero callejero con Octavas
al nobel y sus laberintos.
Y por el espíritu hablará mi raza, como dicta el celo fiero del maestro de las Américas
marchando con sus Ulises criollos alardeando su romanticismo de hierro sobre estatuas nepotistas.
Soy la ala crisálida de una Lina que sin lianas vuela con mis alas hacia el Xenón cosmos
con su Zerón estela con la que la nombro estrella bella.
Ser poeta es brillar en un llano sin llamas u oír ladrar a perros rufos o Rulfos Juanes
que pregonen y canten, que pregunten y saluden y salud den con el café de maíz que estáis de amáis
y a donde vais Monsiváis, sírvanle a Alí que juega al burrito castigao con Aridjis por su Perséfone
ahí van tres, dos, uno, cero, por chapucero Chumacero que descansando estés.
Es serlo, correr leguas como un Tameme
con el mensaje de un azteca que lleva al Uxmal
el llanto de un Híbrido por huir del Tlalocan al que tanto le teme,
la Malinche y todos sus dotes, la voz, el sexo… todo oral.
Seré poeta, hasta transformarme en el perfecto sentimiento que se suspira en la poesía certera
de las manos de mi Ángeles y mí Joyce, de mí Espectro y de mi Cómplice
de la única que vuela y de la magia elegante que del caldero la otra invocó.
Lo seré hasta desnudarme en el erotismo de la pluma de Nydia.
Hasta rimarme con las letras de Alma Andrea y Leticia y convertir el don, darle nombre.
Hasta brindar con el Samaritano del Infierno la sangre, esa podrida del sentir infame.
Hasta dispararle al aire con Jesús Eduardo López Ortega un fium! fium!
como dos hermanos Almada de ley.
Hasta encajarme de un solo tiro la poética del Hades, y los gritos que cortan a las nubes de mi tía MaryPaz
Hasta serlo, y hacerlo allá con ritmo Tex-Mex-Tale.
Con los caídos letristas que se fueron y me dejaron ebrio y alborotao
con la copa de muerte del crepuscular poeta Johel De la Croix con disputa, de aquella puta, puta poesía
y del terso y fantástico Rodal, el fénix que ya voló.
Serlo, seré hasta que mí Luisa, mí Lady Lu entienda que sí le escribo a ella,
que no soy un hombrezuelo pluma fácil ya.
Serlo siempre, desde el libido pávido návido
serlo cuando las abuelas y el atole suspiran
cuando a sus nietas les quito el vestivido, y les destruyo el pinavido
serlo en el momento en que el semental se acerca y las yeguas relinchan.
Entonarme en la marimba a tope en la Guelaguetza
la delicia de unos frijoles charros de recién calentar
ser la suerte de un gallo que jaló oro en Bernal frente a su peña
el anhelo de Morelos y lo demás héroes que deseaba una espada,
porque el héroe desea a la espada, y la espada necesita la verdad.
Ser en los ojos de los niños del parque sobre el errante vendedor de globos
la ingenuidad de una fayuca del tianguis de las tardes, o en la nocturna que talonea y también,
no se deja sin globos, queda más de perseguir al errante, que nos venda otro.
Soy la picardía en el albur de las pulquerías
donde sirven frijoles en la primera ronda;
-Saco
-Lechuga
-¿Se te magulla? te lo plancho
-Tragas chile ancho
-¡Sancho! panza soy
-Termino, ahí te voy
- Te doy vas tú en cuatro
-Súmale otros cuatro son ocho, te lo pico y te lo mocho
-Si lo mochas te lo tragas
-Sin bragas dejo nalgas, digo de jornadas
-No salgas yo te chiflo
-Inflo con un litro de leche
-Sacualpan le dijo a botas
-¿Qué en nalgotras ocasiones no te he visto?
-Mmm
-Así dijo la muda cuando ya estaba en sartén
Con el albedrío del caló en rienda;
-Qué milanesas pues ya no nos habíamos bistekses, yo pensaba que morongas pero ya veo que viboritas.
-Cincho pitiau, aquí en el talón chiflándole gacho pa´chacarle a la chuleta chingau.
-Te chuteo bien Felipe y con tenis chulada de seguro mandiles rebocito de Adelita.
-Nariz de chile relleno que el buche chicharrón se te haga, carcacha… y que se te retacha… vale chido.
Verse desde la fiesta que dota el rebelde del acordeón, cicatrizado en los pies de Cuauhtémoc
en la chilenita de Hugol y el remate de Negrete en el 86 y su perfecta anotación
porque soy un poeta sin don, que no lo aprendió en el Calmecac Chol.
Poeta, uno de cumbias en la pecera llena con el puño roji-negro por las luces bélicas
que parten las nubes todos los dos de octubre.
En la banqueta del norteño cholo con los ígneos grafittis con la verbena
el populacho y el canto del gallo antes de que el sol alumbre.
Ser el ritmo de las parejas adolescentes en el metro, en centro médico lleno de humedad,
tener la energía fúnebre de aquellos tacos de muerte lenta que venden en sus afueras
y regresar a los brazos de las madres que luchan sin descanso, sin saciedad
las que trabajan la tierra, dulces tulipanes de pradera, que siempre con amor nos alivian el malestar
–de esos tacos.
En los ademanes de las clásicas ficheras
citadas en textos profanos que se dicen Goliardos-de este mismo autor Zafio-
de la corcholata, esa mujer borracha apodada porque si no es que siempre pegada a la botella,
tirada está y peda.
En la ciudad finada del viejo sanjuán enmudecida por la lava del Parikutín
que sólo la cópula de la iglesia mayor dejó.
En los costeños
en los maizales,
entre los sauces norteños y llorones,
en los litorales neutros.
En el litro de pulque,
el kilo de tortillas
los malabares del faquir del entronque
sobre el semáforo y la acera,
donde una moneda es su vida.
En los puentes con sus historias
en las capillas de los ejidales
sobre las carnes de mujeres de fronteras
con la puntería erecta de Villa
y la fiereza de Chabela Vargas
duro como un Pípila que se encarna en alhóndigas para amarles.
Mi paso descalzo es el zapato sincero que Zapata inculcó a mis abuelos
y que ahora yo mantengo a raya con o sin huarache
frente a cualquier muralla que me planten al norte
y si me la ponen alta, no falta que la taladre o la salte
¡pinche güero!
Amigo mojado
quédate mejor aquí
¿no sabes que es mejor ser un yonki, que un yanqui?
Si fui poeta, uno abrazado de postes, esperando a las que nunca llegan
mirando esas calles donde viven aún las que me han abandonado
hasta atrás, en todas las mesas del rincón, y siempre jurando que en el último trago me voy
fui aquel que cantándose por dentro que solo era un ausente lleno de penas
sonrojado del Monteclaro, si es que me hubiera llamado Lorenzo ese agosto en que nací.
Ser el último trago de mezcal
el gusano en su fondo
el chile en nogada servido en lo alto del Aztlán
y del maestro de la cuchara grande, el albañil y su morbo.
Hoy no seré el Nahual que se lleve a los ganados
seré el lucero Icok´ij que seducirá a las morenitas de vestido largo
seré el tricolor vistoso de los sabores postrados en los colores del granado
que sesean el viento gritando, que si lo soy, el título, que si lo he logrado.
Sé que vengo de nada porque yo inventé el cero
sé de donde partir y a donde ir yo quiero.
Porque tengo la sangre de un Maya-Huichol
soy un Yáñez de última generación
poseo la puntería de Villa y la sangre de una nación
así que para el sexo terseo, fiero que vuele, mate ceguera o guerra, letal… letal soy…
Porque Soy el brillo en el monte Ah Puch de Ixchel
los astros que nos dejó en el universo Itzaminá
el rito de Huitzilopochtli en tiempos de guerra sin cuartel
el amor de nuestros señores Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl.
De Balam Quitzé, Balam Ak’ab
Majucutaj e Iquí Balám
Eso es ser poeta, es ser tierra
con todo y la mala treta de mi maldición
la cabañuela del Joj y Pom, del cuervo y el Copán
Del Ixim –maíz
del Jaguar –Balám
del Ik-el viento
y con toda la sangre del ejercito civil –Ixquic.
Eso es ser poeta
eso es ser México
eso es ser letra celestial
eso es ser… un poeta, un tlacuilo uno bélico,
un escriba del Mictlán
Salud por:
Hoz Léudnadez Hunahau Mictlancuhtli Daimnuz Ziedeat.
-que fue borracho, parrandero… pero jamás escritor…
Enterarse, darse al tanto, entenderse y ser,
y seguir siendo sin importar si esa es la cuestión de un inglés maricón
“ser o no ser… chingao con la cuestión”
Ser un escriba no se trata de un mal entorno trigarante, renegando del oro del maíz
ni hacerse conocer con el fulgor de la nueva piel mestiza,
o el lujo de una visa poseer ni que el green de una card sea lo que nos haga feliz
sin penar que sólo seríamos juglares sin voz en la nueva España que agoniza.
Es serlo o no.
Es entonarlo o no.
Es danzarlo en las ciudades en ruinas donde nace el sol y la luna
cuando los atardeceres se dilatan entre los bloques.
Dormitarlo entre las costas del golfo con sus dunas de sepias páginas
hasta llover húmedo entre las nubes de las sierras sobre sus altos y finos bosques.
Serlo, es estar inscrito en las chinampas adornadas de flores
es rebozar en el rostro de una Tehuana de ojos eternos.
Conseguirnos visualizar entre todos los flancos de la tierra y hasta sus bordes
de lado a lado, de la siembra, sobre el letargo del bostezo con herbal aroma que uno suspira con deseo.
Es ser…ser… Tlacuilits cohox-camec… ser…
Es gritarte ya, ser libre, sin el bigote de macho que nos enclaustra y nos deja de la sabiduría distantes
es de escupir el arquetipo estúpido de Pedro Infante que no tiene nada de hombre porque orinaba sentado.
Es que somos destellos, hermanos sin sexo, amantes de mujeres que lucharon sin agravio;
de Leona Vicario, de la Corregidora, de la fuerza de Enedina López en el fuerte al frente y en pie de guerra
y a todos los que somos hijos de la Carambada, de la doña Serdán, revolución hasta en las enaguas,
de los acupes del norte de Morelos; batallón de rebozos, sónica armada de Marías con escuadra y sentimientos bellos.
No está si quiera para ponerse a pensar, dudar, porque es igual decir; pambazo que torta ahogada o guajolote.
Desplante de sonoras campanas del indio que escucha la poesía del ajolote que yace sin pena
postrado sobre los campos llenos, donde las manos moldean a un hombre con fuerza que nunca se desplomó
me veo en él, y entre el son tan alto del moncayo, del inefable zapateo del huapango
que jamás es de soslayo.
¡Es que yo soy, yo me veo, yo me deslizo, es que yo soy, sí soy!
Me veo en el danzón de las plazas con los atardeceres que duelen
en los ayeres del tíbiri tábara tum de Tin-Tán, me veo ahí, con la vestimenta de pachuco
con los zapatos blanco y negro todo un yin-yang.
Me veo, me reflejo en el primer lucero, santo mercurio, mejor, la estela sacra de Kukulkán
fiel amuleto de la reencarnación de todo el poeta que se diga hijo del Mictlan, nacido en Camaxtli,
entre los brazos de los Ajawab que me criaron el sendero turbio del Mitnal, hacia el Xibalba.
Con la abuela Xmucané, y el primer hombre de maíz en el corazón del viento Jurakán,
donde mis gritos se forman de tres cielos, donde los poemas que clamo son tres destellos,
del Raxa, del Chipi y el Xo Caculjá.
Soy el arribo de los magnetos cósmicos que divagan entre las escamas de Mixcoatl
el coro divino en una mañana de cacao del Quetzal que sueña.
El aroma de la pradera de tu vientre mujer, a comino y epazote en vapor que el alma roba
sobre la fertilidad donde se adentran mis semillas en tus planicies,
azabache indomable mi bella huasteca de piel sureña.
Ser uno, un poeta de estos te hace recorrer la ruta a cuestas de la serpiente emplumada en el campo santo,
ciudad de los dioses, y caer en picado sin poses ni miedo pero con valentía en la quebrada.
Sonar la mouser al aire por las chuladas del quiosco, de las Adelitas con rebozo de casque
y el cáñamo con el que desfilan, el rico curado de piñón vertido en el jarro de barro,
que se bebe más sabroso en la faldas de la esquina, de las cantinas,
de las mejores que están tan sólo en ella, en la esquina.
Soy el Zafio Huiché que le mamó las grandes proas de pezones rosados a la Niña
el que le dio sin parar a la popa –o pompas- de la Santa María
y el que terminó sobre las duelas de la Pinta y le dejó sus maderas corroídas.
El que le dijo a Colón -pícatelo tú, que lo tienes tan grande ¡qué puto mundo cuadrado
ni que las Indias con sus yangs menguantes!- eso es serlo… ser.
Soy el gruñir indígena de armas tomar
es de y en contra de las once ramas que desarrolló el barroco
no son más que once rameras, cruel del viejo continente insignia
sobre el burdel y la cagada mentira del párroco.
Con el zarape en las laderas de la selva
en el observatorio de Xcaret, de las ciénagas en cuatro con su eterna naturaleza
o la frescura de un mural de Siqueiros, lleno de colores, dotado de poder.
Eso, eso es ser, es serlo, eso es ser un poeta, uno mexicano.
Es el trigo y su llanto sobre los pies desnudos de un Yaki en lo alto de sus valles, en las aceras de hierba
es ser el ruletero de parla amena con auge de tour turístico.
Es la riata del charro con el paso de la muerte que acecha
o el peyote en el desierto del real catorceavo tan místico.
Es ser el espíritu que se alberga en las porciones del recuerdo en un altar de muertos
es el papel picado con la catrina, el pan, la flor de veinte pétalos Cempoalxochitl
el cobijo del dios Sol sobre el templo de los guerreros, la mirada solar del resurgir de Chac-Mol,
el embrujo de las plantas o lo enérgico de la quimeras, del hierbero de Catemaco con su siempre conjuro útil.
Tenerte en la mira como insurgente te convierte
gritar por la tierra y la libertad, te hará
morir de ella y no de amor, es el motivo
y tener como credo el cielito lindo… el edicto.
Eso es ser un poeta Mexica… tlacuilits ixco huitziczilicztla.
Es vernos entre las alas del Cenzontle, entre la textura del maíz quebrado
beber el viento en la cúspide sobre Toluca y su nevado
las estrellas fijas que mira la cabeza olmeca con ojos desorbitados.
Sentirte el jinete que cabalga y que vaga solito en el mundo buscando la muerte
lo vital del jarrón lleno de tequila del viejo José Alfredo.
El relinchar de un caballo domec en el lienzo charro con aplausos fuertes
gritar; ¡qué rico el mambo! de Don Dámaso Pérez Prado y con los pies causar revuelo.
Serlo es susurrarle Niztimazotla a la Xuitla maya con piel de atardecer
el color del agave en los ojos de los niños rancheros que corren entre los matorrales.
Los ladridos del Xoloscuincle guiándonos sobre el inframundo para no sólo perecer
con el rico sabor del mole, y la puta poesía de un Híbrido poeta de los arrabales.
Soy, soy yo el llanto del bolero, las lágrimas de la paracho de Chamín Correa
lo gélido de las momias sobre las luces tiernas del Cervantino sin final.
El sheriff recio que ronda las cañadas guiado por su corcel hábil cuando arrea
por eso soy poeta, soy un tlacuilo, soy además un Híbrido con zarape y sombrero revolucionario sentado
y borracho, ebrio o pedo bajo un nopal, que resguarda la aridez de mis montes.
¿Entonces, sí lo soy? ¿Sí lo seré?
Lo seré cuando me refleje en las malvas de la lacandona
entre las lluvias del gran Tlaloc que bajan de los cerros adornando las cruces de sus puntas.
En el huerto con verduras nacidas con la fe que a mi pueblo no abandona
los demonios entre las cuevas que azotan las paredes del tiempo entre las grutas.
Me veré sobre el vestigio de mis raíces Maya y Huichol que me heredó mi madre, y a ella mí abuelo
volveré en el quinto sol cual jaguar que mengua sobre el calendario azteca puesto como escudo.
Saldré entre las tabernas con la valentía de Gabino Barrera con el coraje y de mi cabañuela dueño
con las espuelas plateadas de este tesoro milenario que aún Santana
-nuestro mejor vendedor- acabarse no pudo.
Soy el bronco Ocelotl de las selvas llenas de susurros
el chipote chillón del chapulín colorado, rojón,
soy el machín huerco que no se raja a trompetearse con burros
porque que amarillo no me pongo, amarillo es mi color.
Estoy efímero en las cartas de azar de la lotería
qué sería de mí sin un buen goce con los frutos del mezquite, dulce garambullo
me encarno en la hélices del rehilete que da giros de alegría
estoy expuesto sobre el penacho de Moctezuma, pues soy las plumas del águila que resopla el murmullo;
de las eras, de los códices, del folclor que nos florece, el respeto por los próceres que lucharon por la nación.
Hasta que me refleje en el lago de Tenochtitlán
en el letargo donde las rimas jamás dejarán de latir
como las fumarolas que con Don Goyo el Popocatépetl me pongo a fumar
y ya entrada la noche a la mujer dormida la hago gemir.
Pues ella; deja que salga la luna… deja que se meta el Sol
ella deja que caiga la noche… para que empiecen mis versos.
Serlo representa más que gritar gol… serlo… en verdad serlo.
Es más que la gloria o la decapitación de los guerreros que jugaron Pok Ta Pok
mortal juego de pelota que ofrenda el misticismo de un dios.
Entre el aguardiente me veré citado
correré entre los laureles de la parcela de los Ñañus en la puerta del cielo.
Serlo me convertirá en la bestia Tzucam de los cenotes que recia en turbios manantiales precipitado
cuando el jarocho de la comarca pesque un lucero y no peces sin atareo.
Porque saldrá con gusto por las estrellas del firmamento
tan grandes y brillantes luces
es el poema eterno y venidero, el de la azucena bella del que todos tenemos conocimiento
es el son del amor, de la noche que embriaga con sus versos dulces, malagueña salerosa.
Seré el canto de un arpa
el crujir de la yunta
el cascabeleo cuando el campesino sale a cegar la huerta en las madrugadas
los cactus luminosos en los senderos que se trasladan en arco iris eternos en la zona del silencio;
donde no se escucha nada
donde no se puede ser frío
cuando se desea decir todo
con el café de olla como cobijo.
Poeta, ser un poeta… debe de ser bellísimo, pero uno mexicano… debe de ser fatal.
Claro que la poesía se entonará cuando los abuelos lancen el trompo
y resople sobre las paredes de adobe en las aldeas de los Rarámures.
El aposento sagrado de los Xamues entre las hojas de acero del maguey.
Seré cuando el indio muere y el tecolote canta los rumores
al alba de los girasoles póstumos sobre la península llena de bombas yucatecas de mujeres bellas
diciéndomelas al oído porque yo sigo siendo el rey.
Porque soy la rima de los ronquidos de un vagabundo borrachín en el zócalo
tirado a medio día, con completa muerte de sol a sol, sin zarape ni sombrero
y con las botas sucias del vaquero que cambió las montana de yute por industriales pues es ahora jornalero.
Que me vea, hasta que me vea colmado en el ensordecedor graznido de las matracas que engolan el rodeo,
entre el aguacate, y mis huevos, y mis ovarios y mi chilanguez tan ñera.
Soy la treta lirica del marchante en el mercado de la merced que negocia los tamales
hechos con carne de maridos infieles -si es que es la misma tamalera asesina- dándole paso al regateo,
el pan de pulque tan rico y madrugal en las orillas de las cascadas del ojo zarco
que en las sierras pestañea con olor a carne seca u olor a cecina.
Soy la poesía que le chorrea a la puta del río, de Sullivan o de la zona rosa
soy un verso maldito de la gran poetiza de Tacubaya -que ahí se dan las mejores-
soy el sonido del grito Hidalguense llamando a las armas con palabra prodigiosa
el panteón en un día de muertos lleno de flores.
Estoy en la sátira de ver a la muerte como una ladina y cariñosa amante
de gritarle floja, muerte gorda, muerte vanidosa, muerte coqueta, muerte coja, muerte loca,
muerte puta, muerte fofa, catrina docente del diezmo carnal… de mi hombría te cuelgas osada
catrina en la pasarela de verano a colerizada… catrina, vieja golfa amante de Guadalupe Posadas
Soy el agrio tomate, el tronar los suelos con la danza de los viejitos.
El volador de Papantla nada cobarde y el torito incendiado de cuetes en los pueblitos.
Soy el sombrerudo que jamás falta en las calles, soy la clásica mordida a los policías.
El caballito de tequila con limón y en los hombros las sales
o el credo en las cantinas “la última y nos vamos… salucita”
Poesía, poesía india, eso soy, eso es ser poeta.
Ser Frida y sus peinados y sus piernas y la poliomielitis
lo grande de Rivera con sus infieles y certeros trazos al lienzo.
Soy la máscara del Santo, y el pantalón bajo de Cantinflas; “ándale chato… es la vestimenta y no mi artritis”
el granicero cortando en dos a la serpiente de agua que yace en el cielo,
y nos cae como rocío, sus escamas nos están lloviendo.
Soy el difícil tino del balero en las plazas de cualquier centro
lo ávido del periquillo aquel tan escurridizo Sarmiento.
Poetiza: “Yo no soy marinero soy capitán -pero por ti mi poetiza de santa fé- por ti seré tu perro,
por ti seré, por ti seré…bamba, bamba” poetiza que por ti será edicto.
Soy un poeta, un hombre mitad bestia, un Híbrido, mitad algo mitad nada
pero puede que como un alebrije se me tome en cuenta.
La frescura y ricura de una picosa salsa
la velocidad contagiosa de una jarana con fugaz alma.
Soy el grupero bailando hasta morir, el norteño que cabalga el cerro de la silla
la mirada hacia el cosmos de los Atlantes que ven eras ir y venir
el perfume del alfarero Chichimeca amo y señor de la arcilla.
Es ser más que treinta y tantas entidades
la calada de marihuana en el palpitar de María Sabina.
Las almas de los Tijuy robadas por los tecomates
el valiente de la feria de San Marcos con la pólvora a tope de la carabina, y su gallo copetón.
Navegaré por las alas del ave que amó Netzahualcóyotl
la belleza que se le heredó a Sor Juana
un ánima del ejercito de Xólotl
y el ¡ajuuuuua! que se grita cuando se tiene encima una caguama.
Quiero ser, serlo, ser la miel al ocaso
de la lluvia de monarcas mariposas labradas en el desplante,
de un cielo rojo, cuando al mariachi sombras de duda y celos
que sólo lo envuelven pensándote.
Poeta tricolor.
De tunas tuneros y tunantes.
Soy el alumno más fiel del que no moría de amor
del dios Don Jaime Sabines que a las putas canonizó
el heredero de Francisco Cervantes con su verde-amarella y el fado carnavaleo que amó.
Yo le entrego esta Paz siendo versero callejero con Octavas
al nobel y sus laberintos.
Y por el espíritu hablará mi raza, como dicta el celo fiero del maestro de las Américas
marchando con sus Ulises criollos alardeando su romanticismo de hierro sobre estatuas nepotistas.
Soy la ala crisálida de una Lina que sin lianas vuela con mis alas hacia el Xenón cosmos
con su Zerón estela con la que la nombro estrella bella.
Ser poeta es brillar en un llano sin llamas u oír ladrar a perros rufos o Rulfos Juanes
que pregonen y canten, que pregunten y saluden y salud den con el café de maíz que estáis de amáis
y a donde vais Monsiváis, sírvanle a Alí que juega al burrito castigao con Aridjis por su Perséfone
ahí van tres, dos, uno, cero, por chapucero Chumacero que descansando estés.
Es serlo, correr leguas como un Tameme
con el mensaje de un azteca que lleva al Uxmal
el llanto de un Híbrido por huir del Tlalocan al que tanto le teme,
la Malinche y todos sus dotes, la voz, el sexo… todo oral.
Seré poeta, hasta transformarme en el perfecto sentimiento que se suspira en la poesía certera
de las manos de mi Ángeles y mí Joyce, de mí Espectro y de mi Cómplice
de la única que vuela y de la magia elegante que del caldero la otra invocó.
Lo seré hasta desnudarme en el erotismo de la pluma de Nydia.
Hasta rimarme con las letras de Alma Andrea y Leticia y convertir el don, darle nombre.
Hasta brindar con el Samaritano del Infierno la sangre, esa podrida del sentir infame.
Hasta dispararle al aire con Jesús Eduardo López Ortega un fium! fium!
como dos hermanos Almada de ley.
Hasta encajarme de un solo tiro la poética del Hades, y los gritos que cortan a las nubes de mi tía MaryPaz
Hasta serlo, y hacerlo allá con ritmo Tex-Mex-Tale.
Con los caídos letristas que se fueron y me dejaron ebrio y alborotao
con la copa de muerte del crepuscular poeta Johel De la Croix con disputa, de aquella puta, puta poesía
y del terso y fantástico Rodal, el fénix que ya voló.
Serlo, seré hasta que mí Luisa, mí Lady Lu entienda que sí le escribo a ella,
que no soy un hombrezuelo pluma fácil ya.
Serlo siempre, desde el libido pávido návido
serlo cuando las abuelas y el atole suspiran
cuando a sus nietas les quito el vestivido, y les destruyo el pinavido
serlo en el momento en que el semental se acerca y las yeguas relinchan.
Entonarme en la marimba a tope en la Guelaguetza
la delicia de unos frijoles charros de recién calentar
ser la suerte de un gallo que jaló oro en Bernal frente a su peña
el anhelo de Morelos y lo demás héroes que deseaba una espada,
porque el héroe desea a la espada, y la espada necesita la verdad.
Ser en los ojos de los niños del parque sobre el errante vendedor de globos
la ingenuidad de una fayuca del tianguis de las tardes, o en la nocturna que talonea y también,
no se deja sin globos, queda más de perseguir al errante, que nos venda otro.
Soy la picardía en el albur de las pulquerías
donde sirven frijoles en la primera ronda;
-Saco
-Lechuga
-¿Se te magulla? te lo plancho
-Tragas chile ancho
-¡Sancho! panza soy
-Termino, ahí te voy
- Te doy vas tú en cuatro
-Súmale otros cuatro son ocho, te lo pico y te lo mocho
-Si lo mochas te lo tragas
-Sin bragas dejo nalgas, digo de jornadas
-No salgas yo te chiflo
-Inflo con un litro de leche
-Sacualpan le dijo a botas
-¿Qué en nalgotras ocasiones no te he visto?
-Mmm
-Así dijo la muda cuando ya estaba en sartén
Con el albedrío del caló en rienda;
-Qué milanesas pues ya no nos habíamos bistekses, yo pensaba que morongas pero ya veo que viboritas.
-Cincho pitiau, aquí en el talón chiflándole gacho pa´chacarle a la chuleta chingau.
-Te chuteo bien Felipe y con tenis chulada de seguro mandiles rebocito de Adelita.
-Nariz de chile relleno que el buche chicharrón se te haga, carcacha… y que se te retacha… vale chido.
Verse desde la fiesta que dota el rebelde del acordeón, cicatrizado en los pies de Cuauhtémoc
en la chilenita de Hugol y el remate de Negrete en el 86 y su perfecta anotación
porque soy un poeta sin don, que no lo aprendió en el Calmecac Chol.
Poeta, uno de cumbias en la pecera llena con el puño roji-negro por las luces bélicas
que parten las nubes todos los dos de octubre.
En la banqueta del norteño cholo con los ígneos grafittis con la verbena
el populacho y el canto del gallo antes de que el sol alumbre.
Ser el ritmo de las parejas adolescentes en el metro, en centro médico lleno de humedad,
tener la energía fúnebre de aquellos tacos de muerte lenta que venden en sus afueras
y regresar a los brazos de las madres que luchan sin descanso, sin saciedad
las que trabajan la tierra, dulces tulipanes de pradera, que siempre con amor nos alivian el malestar
–de esos tacos.
En los ademanes de las clásicas ficheras
citadas en textos profanos que se dicen Goliardos-de este mismo autor Zafio-
de la corcholata, esa mujer borracha apodada porque si no es que siempre pegada a la botella,
tirada está y peda.
En la ciudad finada del viejo sanjuán enmudecida por la lava del Parikutín
que sólo la cópula de la iglesia mayor dejó.
En los costeños
en los maizales,
entre los sauces norteños y llorones,
en los litorales neutros.
En el litro de pulque,
el kilo de tortillas
los malabares del faquir del entronque
sobre el semáforo y la acera,
donde una moneda es su vida.
En los puentes con sus historias
en las capillas de los ejidales
sobre las carnes de mujeres de fronteras
con la puntería erecta de Villa
y la fiereza de Chabela Vargas
duro como un Pípila que se encarna en alhóndigas para amarles.
Mi paso descalzo es el zapato sincero que Zapata inculcó a mis abuelos
y que ahora yo mantengo a raya con o sin huarache
frente a cualquier muralla que me planten al norte
y si me la ponen alta, no falta que la taladre o la salte
¡pinche güero!
Amigo mojado
quédate mejor aquí
¿no sabes que es mejor ser un yonki, que un yanqui?
Si fui poeta, uno abrazado de postes, esperando a las que nunca llegan
mirando esas calles donde viven aún las que me han abandonado
hasta atrás, en todas las mesas del rincón, y siempre jurando que en el último trago me voy
fui aquel que cantándose por dentro que solo era un ausente lleno de penas
sonrojado del Monteclaro, si es que me hubiera llamado Lorenzo ese agosto en que nací.
Ser el último trago de mezcal
el gusano en su fondo
el chile en nogada servido en lo alto del Aztlán
y del maestro de la cuchara grande, el albañil y su morbo.
Hoy no seré el Nahual que se lleve a los ganados
seré el lucero Icok´ij que seducirá a las morenitas de vestido largo
seré el tricolor vistoso de los sabores postrados en los colores del granado
que sesean el viento gritando, que si lo soy, el título, que si lo he logrado.
Sé que vengo de nada porque yo inventé el cero
sé de donde partir y a donde ir yo quiero.
Porque tengo la sangre de un Maya-Huichol
soy un Yáñez de última generación
poseo la puntería de Villa y la sangre de una nación
así que para el sexo terseo, fiero que vuele, mate ceguera o guerra, letal… letal soy…
Porque Soy el brillo en el monte Ah Puch de Ixchel
los astros que nos dejó en el universo Itzaminá
el rito de Huitzilopochtli en tiempos de guerra sin cuartel
el amor de nuestros señores Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl.
De Balam Quitzé, Balam Ak’ab
Majucutaj e Iquí Balám
Eso es ser poeta, es ser tierra
con todo y la mala treta de mi maldición
la cabañuela del Joj y Pom, del cuervo y el Copán
Del Ixim –maíz
del Jaguar –Balám
del Ik-el viento
y con toda la sangre del ejercito civil –Ixquic.
Eso es ser poeta
eso es ser México
eso es ser letra celestial
eso es ser… un poeta, un tlacuilo uno bélico,
un escriba del Mictlán
Salud por:
Hoz Léudnadez Hunahau Mictlancuhtli Daimnuz Ziedeat.
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