Sabemos que dicho término supone dejar al descubierto ante otra persona, desconocida o no, nuestro interior. En realidad, todos somos desconocidos, independientemente del tiempo que haya transcurrido desde que estamos conectados; incluso nosotros mismos; no en vano, uno de los mayores retos de la humanidad es el “Conócete a ti mismo”, imperativo difícil de cumplir en la mayor parte de las personas. La intimidad te aproxima a otro ser, te obliga a desprenderte de tus defensas y máscaras, a desnudar tu alma y, este acto, te deja tremendamente vulnerable; te infunde temor, pues…¿Qué podría hacer esa persona contigo? La humanidad (todos sus estamentos tradicionales: la educación formal, nuestros padres, la religión, la sociedad) nos ha educado de una manera enfermiza, enseñándonos a esconder innumerables cosas; nos llenó de múltiples tabúes, represiones, inhibiciones y esto nos ha impulsado a mantener ciertas distancias.
A todos nos atemoriza la intimidad. Al mismo tiempo, todos la deseamos pues es una necesidad implícita a la naturaleza humana tener alguien en quien confiar, a quien poder abrir nuestras heridas, única forma en que podrán sanar y, finalmente, cicatrizar.
Mientras más sencilla haya sido tu vida, menos heridas tendrás y menor será tu temor a la intimidad. La clave está en la aceptación de tu ser tal como es, sin condiciones, sin ello es difícil que logres intimar; lo lograrás cuando te vuelvas como un niño abriéndote al mundo con toda la inocencia de éste. La meditación puede ser una aliada importante; cuando esta se haga habitual, parte de la vida diaria, cada vez quedarán menos cosas ocultas, esa carga irá disminuyendo; poco quedará en tu interior que te produzca vergüenza. Abandonarás tu ego, tus represiones y podrás expresar tus sentimientos, auténtica y sinceramente; esto alentará al otro a ser franco contigo estableciéndose un puente de amor y confianza. Acepta que todos somos seres frágiles, que las debilidades y contradicciones son parte de nuestra condición humana. Tras la aceptación de ti mismo podrás comenzar a acceder a la intimidad.
Este es el primer paso, de esta forma florece la intimidad; tan preciosa y tan delicada como una flor acariciada por el sol, que danza con la brisa y que al caer la tarde se marchita y, finalmente, muere. Su fruto es la amistad o el amor de pareja; y cualquiera de los dos es un milagro sin importar cuánto dure, podrá durar un día o eones, lo efímero es habitual en el universo y su carácter de tal no le quita belleza, no pretendas eternidad… Goza plenamente mientras dure…Quedarás enriquecido interiormente y agradecerás a la vida esta cálida experiencia que te hará crecer como ser humano.
A todos nos atemoriza la intimidad. Al mismo tiempo, todos la deseamos pues es una necesidad implícita a la naturaleza humana tener alguien en quien confiar, a quien poder abrir nuestras heridas, única forma en que podrán sanar y, finalmente, cicatrizar.
Mientras más sencilla haya sido tu vida, menos heridas tendrás y menor será tu temor a la intimidad. La clave está en la aceptación de tu ser tal como es, sin condiciones, sin ello es difícil que logres intimar; lo lograrás cuando te vuelvas como un niño abriéndote al mundo con toda la inocencia de éste. La meditación puede ser una aliada importante; cuando esta se haga habitual, parte de la vida diaria, cada vez quedarán menos cosas ocultas, esa carga irá disminuyendo; poco quedará en tu interior que te produzca vergüenza. Abandonarás tu ego, tus represiones y podrás expresar tus sentimientos, auténtica y sinceramente; esto alentará al otro a ser franco contigo estableciéndose un puente de amor y confianza. Acepta que todos somos seres frágiles, que las debilidades y contradicciones son parte de nuestra condición humana. Tras la aceptación de ti mismo podrás comenzar a acceder a la intimidad.
Este es el primer paso, de esta forma florece la intimidad; tan preciosa y tan delicada como una flor acariciada por el sol, que danza con la brisa y que al caer la tarde se marchita y, finalmente, muere. Su fruto es la amistad o el amor de pareja; y cualquiera de los dos es un milagro sin importar cuánto dure, podrá durar un día o eones, lo efímero es habitual en el universo y su carácter de tal no le quita belleza, no pretendas eternidad… Goza plenamente mientras dure…Quedarás enriquecido interiormente y agradecerás a la vida esta cálida experiencia que te hará crecer como ser humano.
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