Mi ángel y yo soñamos despiertos,
bebemos un vino caliente en el bar
ahí donde muere el tiempo de recio.
Y le pedimos a la mesa vecina,
como expertos caraduras que somos
un cigarrillo de más.
Mi ángel y yo no tenemos secretos,
no sabemos de tristeza y aún menos de alegrías,
cambiamos el gris a un oscuro intento,
mientras un blues amigo
de tan quemado nos hace cantar.
Mi ángel y yo vestimos de negro,
los colores se van por una avenida sin fin,
aquí no hay semáforos en rojo
que detengan al sufrimiento,
todos violamos como podemos,
la senda peatonal.
Los amores son tan pero tan pasajeros,
que a veces creemos que solo fueron sueños.
El mundo no gira por que lo queremos,
así están las cosas te gusten o no.
Mi ángel yo caminamos en silencio,
mirando algo que no vemos al pasar,
gorriones sin nidos, mariposas subastadas,
polizontes de la vida, yutas sin ley,
y seres que parecen espectros de la noche.
Todo tan triste, tan sedentario y tan metódico,
pero aún la luna sigue siendo bella
como una virgen novia en su altar.
Mi ángel y yo nos detenemos
siempre en la misma esquina,
debajo del antiguo farol.
Mientras él tan etéreo acaricia mi pecho,
yo toco sus alas tan finas e inapropiadas,
bajo mi rostro ocultando la desesperación,
apenas lo logro y como un kamikaze
muero en el intento sin más devoción.
Así están las cosas te gusten o no,
hay que aceptar.
Somos como niños vagabundos
huérfanos de todo.
Y como dice la letra “los muchachos de antes…”
que se desgarra en la maquiavélica radio,
como una herida vieja,
doy la media vuelta
y me pongo a llorar.
bebemos un vino caliente en el bar
ahí donde muere el tiempo de recio.
Y le pedimos a la mesa vecina,
como expertos caraduras que somos
un cigarrillo de más.
Mi ángel y yo no tenemos secretos,
no sabemos de tristeza y aún menos de alegrías,
cambiamos el gris a un oscuro intento,
mientras un blues amigo
de tan quemado nos hace cantar.
Mi ángel y yo vestimos de negro,
los colores se van por una avenida sin fin,
aquí no hay semáforos en rojo
que detengan al sufrimiento,
todos violamos como podemos,
la senda peatonal.
Los amores son tan pero tan pasajeros,
que a veces creemos que solo fueron sueños.
El mundo no gira por que lo queremos,
así están las cosas te gusten o no.
Mi ángel yo caminamos en silencio,
mirando algo que no vemos al pasar,
gorriones sin nidos, mariposas subastadas,
polizontes de la vida, yutas sin ley,
y seres que parecen espectros de la noche.
Todo tan triste, tan sedentario y tan metódico,
pero aún la luna sigue siendo bella
como una virgen novia en su altar.
Mi ángel y yo nos detenemos
siempre en la misma esquina,
debajo del antiguo farol.
Mientras él tan etéreo acaricia mi pecho,
yo toco sus alas tan finas e inapropiadas,
bajo mi rostro ocultando la desesperación,
apenas lo logro y como un kamikaze
muero en el intento sin más devoción.
Así están las cosas te gusten o no,
hay que aceptar.
Somos como niños vagabundos
huérfanos de todo.
Y como dice la letra “los muchachos de antes…”
que se desgarra en la maquiavélica radio,
como una herida vieja,
doy la media vuelta
y me pongo a llorar.
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